El campo maternal

El campo maternal. Chinguiz Aitmátov

Uno de los principales méritos de La joven colección, de Lóguez Ediciones, es ofrecer, como lectura apropiada para el público adolescente, obras de grandes escritores contemporáneos de diferentes latitudes. ¿Quién dijo que a los jóvenes lectores únicamente les interesan los relatos que tratan sobre los problemas que se confrontan a su edad? Mientras en otras colecciones similares proliferan libros acerca de la drogadicción, los problemas de comunicación entre generaciones y las primeras experiencias amorosas “a veces muy parecidos unos a otros “, Lóguez prefiere apostarle a las historias fuertes, atractivas, capaces de conmover o divertir a lectores de distintas edades y experiencias, intensas y generadoras de reflexión. Su catálogo es envidiable e incluye firmas como las de Ursula Wí¶lfel, Onelio Jorge Cardoso, Heinrich Bí¶ll y Gabriel Garcí­a Márquez.

Entre los autores mimados por La joven colección se encuentra el kirguizo Chinguiz Aitmátov, pues varias de sus novelas forman parte de su fondo editorial. Una de ellas es El campo maternal, emotivo relato sobre la vida de una campesina en un pequeño aí­l (aldea) de Kirguizia. Con su estilo directo y evocador, Aitmátov conduce a sus lectores a través de la existencia de Tolgonái, poco afortunada y llena de duros golpes, pero aun así­ rebosante de optimismo y fe.

El paisaje de Kirguizia (magistralmente plasmado por el director Andrei Mijalkov-Konchalovsky en su primera pelí­cula, El primer maestro, adaptación de la novela homónima de Aitmátov), desempeña un papel fundamental en este relato. Desde la primera página, en que la protagonista dialoga con el campo donde ha nacido y crecido, y juntos comienzan a evocar su vida, nos damos cuenta de que se trata de un texto singular “muy distintante del realismo plano “, de un gran humanismo y de espléndido lirismo. Un homenaje a la voluntad de vivir y a la confianza en un futuro más mejor para los seres humanos, pero también a la naturaleza como seno materno:

¡Oh, campo, campo mí­o querido que descansas ahora después de la siega! (...) Tú has dado a los hombres tus frutos y ahora, como una mujer después del parto, descansarás hasta que se aren los barbechos.

Javier Gómez