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  • Alicia Morel.

Alicia Morel: la última de las hadas

Antonio Orlando Rodrí­guez

Distinguida, con chispeantes ojos azules y una envidiable lucidez a sus 93 años de edad, cuando tuve la suerte de visitarla y hacerle esta entrevista, Alicia Morel era una figura de insoslayable importancia dentro de la literatura chilena. Cómo no serlo, si varias generaciones han crecido disfrutando sus cuentos infantiles, que lo mismo recrean el universo de los duendes o el folclor del pueblo mapuche.

Alicia Morel nació Santiago de Chile, el 26 de julio de 1921 y falleció en la misma ciudad, el 1 de marzo de 2017. Fue autora de libros para niños como Juanilla, Juanillo y la abuela (1940), La Hormiguita Cantora y el Duende Melodí­a (1956), Cuentos de la pí­cara Polita (1973), El increí­ble mundo de Llanca (1977), Perico trepa por Chile (1978, con Marcela Paz), Cuentos araucanos (1983), La flauta encantada (1986), El viaje de los duendes al otro lado del mundo (1988) y Leyendas bajo la Cruz del Sur (1996), entre otros muchos. También publicó poesí­a, narrativa y ensayo para adultos. En 1964 participó en la fundación de la Sección Chilena de IBBY. Fue candidata al Premio Andersen en 2000. 

-De niña leí­a a Andersen, a Oscar Wilde, a Selma Lagerlí¶f, los autores que me fascinaban. Como en mi familia sabí­an que me encantaba leer, siempre me regalaban libros , contó Alicia mientras tomamos el té en su apacible casa de í‘uñoa, en Santiago de Chile.

Cuando tení­a 19 años, en 1940, se animó a incursionar en la literatura infantil. -En Juanillo, Juanilla y la Abuela conté lo que conocí­a: la vida en el valle del Maipu , me explicó, y añadió con convicción: -Uno siempre tiene que escribir de lo que conoce. Y si no lo conoce, tiene que estudiarlo .

En 1954, se convirtió en guionista de un programa radial infantil que alcanzó una gran audiencia. -La radio me dio una gran disciplina de trabajo. Me pasaba todo el tiempo anotando temas , comentó. -Muy bien escritos no quedaban los libretos, pero siempre los entregaba a tiempo .

Al principio, le pareció -espantoso  tener que escribir sobre una hormiga que cantaba. -Pero, para mi sorpresa, ese personaje, que me habí­an impuesto, tuvo mucho éxito. El otro protagonista, el duende Melodí­a, si fue una creación mí­a. Estuve dos años haciendo ese programa en la Radio Chilena. Después lo continué para el Instituto de Educación Rural .

En 1956, escogió los libretos que más le gustaban, les dio forma narrativa y publicó La Hormiguita Cantora y el Duende Melodí­a, que rápidamente se convirtió en un -clásico  en Chile. ¿Cuál es el secreto de esas historias, por qué se continúan leyendo con gusto más de medio siglo después?, le pregunté. -No sé ¦ , respondió con cautela. -Tal vez sea porque algunas cosas absurdas siguen divirtiendo a los niños. Por ejemplo, cuando la Hormiguita está buscando la flor del suspiro y le pregunta a distintos bichos, la Cucaracha le dice: ˜Das 40 pasitos para delante, 40 pasitos para detrás, y ahí­ la vas a encontrar ™. Tal vez les gusten algunos detalles poéticos, como cuando el duende Melodí­a junta rayos de sol y los guarda para el invierno en frascos de cristal o cuando el narrador se pregunta a dónde irán las hojas secas cuando las sopla el viento ¦ .

Alicia consideraba que en los libros para niños más recientes se ha perdido un poco la imaginación que tení­an los de los años 1940 y 1950. -Y también la poesí­a, que es la hermana de lo maravilloso . Por eso, me explicó, los cuentos que escribí­a tení­an cada vez más fantasí­a. -Una amiga me comentó, años atrás: ˜Eso está demasiado increí­ble ™, y yo le respondí­: ˜Es que va a hacer falta mucha imaginación en el próximo siglo ™. Y ese es el siglo que estamos viviendo ahora . Sin embargo, me hizo saber que apreciaba el trabajo de algunos de sus colegas jóvenes, como Mauricio Paredes, -un autor que escribe unos cuentos muy divertidos y modernos .

En 1970, dio a conocer, en coautorí­a con Marcela Paz, la creadora del legendario Papelucho, la obra Perico trepa por Chile. -El tema se le ocurrio a ella , expresó. -í‰ramos muy amigas con la Marcela Paz y quiso que trabajáramos juntas ese libro porque yo tení­a una imaginación distinta a la suya. Su estilo era más realista, sin poesí­a, porque a ella no le atraí­a mucho la poesí­a: preferí­a lo costumbrista, el realismo. Retrataba muy bien sus personajes, lo cotidiano, los ambientes. En esa combinación, yo aportaba lo maravilloso y ella aportaba el realismo; yo preferí­a lo poético; ella, lo crí­tico, la sorpresa .

Al preguntarle si resultó difí­cil escribir ese libro a cuatro manos, respondió: -No, no era difí­cil. Aunque, de repente, a veces sí­, porque tení­amos lenguajes muy distintos a la hora de escribir. Un dí­a le quise corregir algo y se enojó conmigo. Yo conocí­a más Chile, todas las plantas, los animales, las ambientaciones de las distintas zonas, era algo que siempre me ha interesado mucho. Ella era una persona muy agradable, risueña, muy bondadosa de fondo. Una cristiana profunda, no una de estas beatas que van a comulgar como quien recibe un pedazo de papel .

Con Cuentos araucanos (1976), Alicia Morel se convirtió en una de las iniciadoras de la recreación de leyendas y cuentos populares chilenos para el público infantil.

-Cuando viví­ en la ciudad de Valdivia, a mi esposo le regalaron un maravilloso diccionario mapuche-español que contení­a, además, varias leyendas resumidas. Al leerlas, me maravillé y decidí­ recrearlas literariamente. La editorial les puso Cuentos araucanos, que no me parece un titulo legí­timo. En realidad debió ser Cuentos mapuches , me dijo. -Tuve que estudiar mucho el mundo mapuche para poder hacer ese libro, fue un trabajo muy respetuoso .

Aunque mucho de sus lectores chicos y grandes lo desconozcan, esta prolí­fica autora no solo incursionó en la literatura infantil. Publicó también diversas obras para adultos, entre ellas la novela El jardí­n de Dionisio (1965), los cuentos La noche en la ventana (1983) y el poemario Color del tiempo (2007). En el momento de nuestra charla tení­a inéditos Espejo paralelo, -un poco de biografí­a y un poco de leyenda sobre mi infancia y mi adolescencia , y un nuevo libro de versos para adultos. -Sin embargo, la mayorí­a de la gente me asocia solo con la literatura infantil , me dijo con filosófica resignación.

¿El libro suyo del que se sentí­a más satisfecha? -Me gusta mucho La era del sueño, que es una antologí­a de mitos y, al mismo tiempo, una reflexión sobre la naturaleza de lo maravilloso y de dónde proviene .

Duendes y hadas son personajes por los que siente una especial predilección. -Una vez me pregunté cómo habrí­an llegado los duendes a Chile y se me ocurrió escribir un libro contando cómo habí­an llegado, de afuera, con los alemanes , comentó con picardí­a. -En El viaje de los duendes al otro lado del mundo cuento que llegaron con la primera migración alemana .

A punto de despedirnos, le pregunté si seguí­a creyendo que los cuarzos son lo mejor para atraer a las hadas. Soltó una risa fresca y divertida, y respondió: -Dicen que los cuarzos dan una fuerza especial. Y que las hadas aman el color verde: un verde muy especial, como el de la naturaleza. Le voy a contar una anécdota. Un dí­a nos invitaron a la escritora Cecilia Beauchat y a mí­ a la televisión. La Cecilia se puso una blusa de color celeste. Y resulta que, cuando el programa se transmitió, la blusa salió de color verde. Al parecer, las hadas se habí­an metido en el estudio. Esa podrí­a ser una buena prueba de su existencia ¦ .