Mi amigo Juan

Mi amigo Juan. Kitty Crowther

El mundo es demasiado grande como para quedarse en un solo lugar. Eso me dijo una amiga una vez. Y creo que tiene razón. 

Hay personas que tienen el impulso de salir de su nido, extender sus alas y volar hacia nuevas tierras en busca de aventuras. Cuando lo hacen, pueden encontrar tesoros, perderse en el camino, seguir la luz de un faro en mitad del bosque, encontrar[se] o tropezar con alguna gaviota escondida detrás de una piedra del mar. Porque sí, muchas veces solo hace falta el mar para iniciar un viaje inolvidable.

Eso le pasó a Nico, un mirlo que vivía en el bosque y tenía muchas, pero muchísimas ganas de que su mirada se encontrara con los ojos del mar. Así que un día se armó de valor y dejó que la brisa —con olor a sal— guiara su instinto aventurero. Lo que no sabía era que en ese lugar donde estallan las olas lo estaría esperando Juan, una gaviota amable que lo invitó a volar junto a él para conocer su casa.

Con ese encuentro casual comienza Mi amigo Juan, una historia entrañable escrita por la belga Kitty Crowther y publicada por Corimbo, que nos relata cómo un encuentro inesperado puede devenir una hermosa amistad. Las ilustraciones, también de Crowther, nos pasean por el pueblo costero donde vive Juan y nos invitan amablemente a entrar en su casa. 

Muchas veces cuando llegamos a un nuevo lugar no somos bien recibidos. Y no hay mejor carta de presentación que la autenticidad. Sin saberlo, esa fue la manera en la que Nico logró ganarse el cariño de las otras gaviotas, a punta de historias y simpatía.

Estimado lector(a): 
Si te das cuenta, utilicé mucho la palabra encuentro en estas líneas. 
Decidí no buscar ningún sinónimo porque, si hay una palabra que describe esta historia, es esa: encuentro. 
Leonardo Van Schermbeek