Doctor De Soto. Dentista de animales

Doctor De Soto. Dentista de animales. William Steig

Imagínense que ayer a mí misma (quien escribe esta reseña ahora) me diagnosticaron con un problemita en la última muela inferior izquierda y tendré que sacarla con un alicate enorme porque sus raíces son muy profundas y el doctor (no De Soto) se asustó.

Entonces empiezo a leer este libro y conozco al doctor De Soto verdadero y a su ayudante, que no es otra que su esposa. Par de ratones estomatólogos abriéndole la boca a medio mundo y sacando piezas con alicates y tapando los huequitos sucios de las muelas de sus pacientes. El doctor De Soto es, además, el mejor estomatólogo de la ciudad, aunque sea el único. Los animales le están superagradecidos, tanto a él como a su ayudante, que baja y sube la escalera más de cien veces al día, alcanzando gasa, algodón, coronas, agujitas, implantes, etc.

Ni William Steig ni el traductor Jorge de Cascante se imaginan los escalofríos que tengo. Llegado el momento yo misma me reconoceré en la lectura, abriendo bien la boca, atrapada en un vendaje.

El doctor De Soto no rechaza a ningún paciente, excepto a aquellos animales que pueden poner en peligro la vida de él y de su esposa, ratona perfecta. Un día llega un zorro con un dolor de muela inmenso (así como el que tengo yo) y los ratones primero dudan pero su compasión, y sobre todo su bondad, hacen que el zorro sea aceptado y bien tratado por ellos.

Pero la naturaleza de las cosas es irreversible, y en esto William Steig basa su tesis. La astucia del zorro lo hace pensar que no hay mal alguno en comerse al doctor De Soto una vez que el Doctor lo haya curado. Pero si no hay mal alguno en ello, tampoco hay bien. Ningún bien. Ninguno absolutamente. El doctor De Soto y su esposa, poseedores de un olfato aguzado por naturaleza, tendrán la perspicacia de usarlo para oler al zorro, incluso en sus pensamientos, y tomarán ventaja.

Suerte de fábula contemporánea, con escaleras eléctricas y hasta una grúa, y botas de goma para no mojarse cuando haya que saltar a la boca de los animales grandotes para empastar una muela, Doctor De Soto, de la manera menos convencional posible, nos hace sonreír después de mostrarnos que el bien y el mal andan juntos.
Legna Rodrí­guez Iglesias