'El bambú resiste la riada', de Montserrat del Amo. Madrid: Bruño, 1996.
  • 'El bambú resiste la riada', de Montserrat del Amo. Madrid: Bruño, 1996.

Ser amado y deseado desde el primer momento: Las adopciones internacionales en la LIJ contemporánea

Anabel Sáiz Ripoll

Introducción

Un niño o una niña nacen en cualquier lugar del mundo y sus padres biológicos, por los motivos que sean, no pueden cuidarlo. Muy lejos de allí­, unos padres que aún no lo son, sueñan con esa criatura que acaba de nacer y evocan, una mil veces, un rostro que no conocen, pero que desean. Los papeles oficiales se encargarán, con más o menos acierto, de crear nuevas familias. La adopción, pues, se pone en marcha cada vez que un hombre y una mujer desean tener un hijo, sin importarles su raza, sus posibles creencias, su cultura o su procedencia.

El tema de la adopción “nacional e internacional “ puede abordarse desde distintas perspectivas, nosotros nos ocuparemos de cómo es tratado por la literatura infantil y juvenil contemporánea. Muchos son los escritores y escritoras que como motivo central o secundario dedican sus textos a ofrecernos los aspectos humanos, conmovedores, tiernos, difí­ciles e, incluso, duros de la adopción. Esos aspectos que, oficialmente, se soslayan, ya que los documentos administrativos, necesarios y útiles, no tienen en cuenta, ni es su función, el aspecto sensible de la adopción.

Hay, incluso, editoriales que apuestan por colecciones especí­ficas dedicadas a la adopción, como el caso de -Llegué de ¦ , editado por La Galera, que, como indican en la contraportada, -quiere hacer natural y fluida la necesidad de explicar a los hijos adoptados sus orí­genes . En cada una de las historias se habla de un paí­s distinto y, al final, se incluye información acerca del paí­s y también de las preguntas que se hacen frecuentemente los padres adoptivos.

Todos los niños, con independencia de sus creencias, procedencia o cualquier otro aspecto, tienen derecho a una familia, a una protección y a unos afectos. La adopción permite que algunos bebés o niños, que se encuentran sin familia, por los motivos que sea, puedan cubrir sus necesidades emocionales y fí­sicas gracias a sus padres adoptivos; aunque, por otro lado, los padres adoptivos, ven colmados sus deseos de tener un hijo, una motivación en la vida, gracias a este niño o niña que los aguarda.

Los beneficios de la adopción son mutuos, para padres e hijos, aunque no siempre ha sido así­. Si rastreamos algunos textos literarios, ambientados en tiempos pasados, podrí­amos mencionar, por ejemplo, Ana la de las Tejas Verdes, cuya versión televisiva se hizo muy famosa, y Rodzina, que es un relato conmovedor ambientado en el S. XIX que alude a los conocidos como trenes de huérfanos, que consistí­an en enviar a los niños pobres de los barrios bajos de ciudades del este de los Estados Unidos al oeste en busca de una familia que, no siempre, los acogí­a con agrado y a menudo buscaba en ellos mano de obra de barata. Rodzina es una niña de origen polaco que añora a sus padres fallecidos y, con doce años, piensa que ya puede cuidar de sí­ misma porque las experiencias que ha tenido han sido nefastas.

Por supuesto, todos podemos recordar, si pensamos en niños huérfanos y maltratados, algunas obras de Dickens. No obstante, ambientadas en el siglo. XX también hallamos relatos conmovedores que aluden a las situaciones terribles que han de vivir ciertos niños a causa de la guerra, de la explotación, del hambre. Sin ir más lejos, Jordi Sierra i Fabra en Cuentos crueles. Material sensible habla de estas realidades o Alfredo Gómez Cerdá en Barro de Medellí­n e, incluso, A lo lejos, Menkaura, de Elena O`Callaghan, por citar unos ejemplos. Ahora bien, y ya relacionado con la adopción, El chico rumano alude a la red mafiosa en que se ve envuelto Sergiu, un niño polaco, hasta que, por azar, su situación cambia y la doctora que lo atiende, Rosana, va a adoptarlo, aunque, como dice el narrador del relato, -la cosa se complicó mucho porque realmente habí­amos transgredido la ley  (pág. 140), aunque esta serí­a otra historia.

La literatura y la adopción

En las siguientes lí­neas comentaremos algunos ejemplos literarios, sobre todo de adopciones internacionales, aunque no exclusivamente, que pueden servirnos de guí­a a la hora de ofrecer materia de lectura sobre el tema a niños y jóvenes. No obstante, hay que hacer una aclaración obvia porque, como ya veremos, en la literatura infantil el tema está tratado de manera más tierna, más humorí­stica, en cambio en la literatura juvenil se aborda desde un punto de vista real, aunque, en ambos casos, los sentimientos son importantes. Así­, en Cuéntame otra vez la noche que nací­, la pequeña adoptada sabe de todo el amor que sus padres sintieron por ella desde antes de nacer y entiende perfectamente por qué su madre biológica no se hizo cargo de ella, lo cual es difí­cil de explicar, pero ella lo resume con candor y transparencia: -Cuéntame otra vez cómo yo no podí­a crecer dentro de ti y que otra mujer, que era muy joven para cuidarme, era mi madre biológica y me hací­a crecer entro de ella, y vosotros querí­ais adoptarme y ser mis padres .

En Busco una mamá, los gemelos Jorge y Gabriel, futuros hermanos de la niña boliviana que sus padres adoptarán, preguntan qué quiere decir adopción a lo que sus padres contestan: -Adopción es lo que vamos a hacer nosotros: hacer que una niña que tení­a una madre y un padre, pero que ya no los tiene, se convierta en nuestra hija y en vuestra hermana .

También hay parejas que no pueden tener hijos y que postergan la posible adopción por distintas causas, es lo que le pasa a Sofí­a, la casi anciana de La burbuja de la felicidad, quien, ya viuda, acierta a lamentarse de no haber adoptado a tiempo: -Lo importante es que nos querí­amos y éramos felices, a pesar de no tener hijos. A veces pensábamos en adoptar algún niño, mejor una niña, pero no acabábamos de decidirnos. Fuimos bastante egoí­stas. Estábamos muy cómodos, podí­amos viajar siempre que querí­amos y, además, nos daba miedo cómo nos podrí­a salir un hijo que no era nuestro. ¡Qué estúpidos! ¿Verdad?  (pág. 51).

Recomendamos también un libro-álbum precioso, Esta es mi historia, que va destinado a los padres para que anoten todos los detalles del proceso de adopción y del primer año del niño en su nuevo hogar. El libro se completa con fotografí­as, anotaciones y mil recuerdos que, seguro, con el paso del tiempo, se convertirán en un tesoro para ese niño o niña que entenderá lo importante que es para sus padres adoptivos y cómo fue el proceso de adopción. Es importante guardar todos los recuerdos para que el niño los pueda conocer y entender. Lo saben bien, por ejemplo, los padres de Ravina que han de ir a buscarla al Nepal, pero que tienen que aguardar aún unos dí­as y: -Aprovechamos para prepararte un álbum con fotos de toda la familia y los amigos, que también esperaban ilusionados tu llegada .

A veces los problemas surgen después de la adopción como ocurre en E-mail de Buenos Aires, con Marta que ya lleva varios años con sus padres adoptivos en Barcelona, cuando descubren que no procede del Brasil, como pensaban, sino de Argentina y que sus padres biológicos la están buscando. Hubo muchos engaños en su adopción y, al final, han de ir a Argentina a conocer a sus padres y a su abuela, una célebre Abuela de la Plaza de Mayo. Cuando se conocen los padres biológicos y los adoptivos y entienden que no ha habido mala voluntad deciden repartirse las visitas con Marta, a lo que Marta responde que es ella quien tiene qué decidir. Al final, todo acaba bien y sus padres verdaderos: - ¦ quieren que yo sea feliz y saben que ahora no me pueden sacar de donde estoy. Aunque yo fui robada y vendida. ( ¦) Ahora sé que soy de dos lugares. De aquí­ y de Argentina. Si me hubiesen llevado por la fuerza, quizá no me habrí­a gustado. Pero como me dicen que vaya cuando quiera, tengo más ganas de ir.  (pp. 101-102).

El relato imaginativo y la adopción

En general, los textos protagonizados por niños o niñas adoptados, suelen ser de carácter realista. Son relatos, como veremos, que hablan del proceso de adopción actual, con todos los pormenores que presentan; ahora bien, también encontramos literatura mágica que trata la adopción y que comentamos porque puede ser un buen estí­mulo para los lectores, aunque en estos casos ya no se trata de adopciones internacionales de manera estricta.

Adoptar una estrella es un ejemplo bellí­simo de lo que queremos decir. Aquí­, una pareja, en una noche estrellada, piden un deseo y este deseo les es concedido de forma de una niña preciosa, a la que llaman Estrella, y que encuentran de manera casual, sin que nadie la reclame. Ernesto y Marí­a, los padres, aceptan con naturalidad este hecho: -Saben que, la noche en que vieron una estrella fugaz, los dos desearon tener una hija, y que este deseo se ha cumplido  (pág. 23). Ahora bien, esta niña resulta ser una estrella, a la que buscan las demás estrellas, solo que, cuando ven lo querida que es en la tierra, deciden dejarla con Ernesto y Marí­a: -¿Cómo podrí­an arrebatar la niña estrella a unos padres que la quieren tanto?  (pág. 31).

Konrad o el niño que salió de una lata de conservas también parte de un punto de vista imaginativo y trata la adopción de una manera llena de humor, aunque con mucha ternura. En este caso, la señora Bartolotti, que nada sabe de niños, recibe por correo un enví­o difí­cil de calificar: una lata de conservas de la que sale Konrad, un niño de 7 años. La señora Bartolotti encara su maternidad de la mejor manera posible y la defiende cuando le dicen que ha habido un error en la entrega. Konrad, por su parte, poco a poco se va encariñando con esa madre estrafalaria que nada tiene que ver con los manuales.

Marta y Andrés, en El niño que vino con el viento, son una pareja que no puede tener hijos, pero, un dí­a, Marta se encuentra a un niño abandonado y decide quedárselo. Como no escuchan que ninguna madre haya perdido a su hijo, Marta, ante el estupor de Andrés, finge que es suyo, que lo ha tenido ella. Un dí­a, el cadáver de una joven aparece en las costas del pueblo y el médico, encargado de hacerle la autopsia, descubre que esa mujer habí­a sido madre recientemente. Al final, decide firmar los certificados pertinentes y ayudar a que Marta sea la madre de ese niño abandonado. La historia es realmente conmovedora. Se describe muy bien cómo la llegada del niño, trastoca las costumbres de la casa y cómo todo parece nuevo, distinto, más hermoso: -Aquella noche, Marta, que nunca habí­a tenido hijos, lloró al bañar al niño en un aguamanil de porcelana, al romper una toalla para hacer pañales, al improvisar y conseguir que el niño tomase un poco de leche mezclada con agua tibia, al hacer cuna en la cesta del pan y al murmurar aquella nana que encontró en el fondo de su memoria . (pág. 27).

En Un agujero en la alambrada, Grisón sabe que es adoptado, pero lo que no sabe es que hay una hermana suya en el pueblo, Prune y que su madre los aguarda más allá, en una ciudad llamada Metrópoli cuyo acceso está vetado para todos los del pueblo. El misterio de ese lugar ya supera el tema de la adopción, pero sí­ permite una reflexión en profundidad en torno a los lí­mites y las barreras que inventan los humanos y que solo sirven para separarnos puesto que no son naturales.

El deseo de adoptar

Antes de que el niño o niña lleguen a su nuevo hogar, y definitivo, su familia, que aún no lo conoce, planean ese futuro y hacen mil cábalas acerca de qué ocurrirá. Domina el sentimiento de alegrí­a e, incluso, de euforia. La niña colombiana explica muy bien todo el proceso que lleva a una pareja a intentar adoptar un hijo. Así­, el matrimonio formado por Josep y Marta, de Barcelona, está a punto de emprender el viaje hacia Colombia para encontrarse con su futura hija, Sara. Así­ lo comentan en el desayuno:

“Aún no me lo puedo creer “afirmó Josep “ que podamos tener un hijo nuestro, y que nuestra vida cambie hacia una nueva que tanto anhelamos.

“¿No te resulta extraño pensar que dentro de unos meses nuestro hijo esté jugando y correteando por esta casa?, bueno, o nuestra hija “ comentó Marta muy emocionada. (pág. 11).

Josep tiene una hija de su primer matrimonio, pero Marta, a causa de los quistes en la matriz, no puede tener hijos y eso la hunde en la depresión: -Su vida carecí­a de sentido si no conseguí­a concebir el milagro de dar vida a un nuevo ser. No podí­a pensar que a ella nadie la llamarí­a -mama , mientras sus amigas podí­an oí­r tan dulce palabra  (pág. 12).

Por fin, viendo un programa en la tele, se les abre una esperanza y se ponen en contacto con la -Entidad Colaboradora del Adopción Internacional  que le lleva a la -Dirección General de Atención a la Infancia . Tras recibir toda la información les dicen que será en Colombia. Pasan 11 meses y, por fin, reciben la buena noticia de que han sido aceptados para el proceso de selección. Y la llamada que esperan llega con toda la información: -Se llama Sara, tiene seis años y vive en Bogotá. ( ¦) Ya están todos los papeles preparados para trasladarse a Colombia y poder conocer a Sara, sepan que deberán pasar con ella varias semanas en el paí­s para que se vayan adaptando los tres a la nueva familia.  (pp. 14-15). Pocos dí­as después llega la documentación de Bogotá con una foto de la niña.

El matrimonio formado por Fernando y Ana, en Casi un cuento, no pueden tener hijos y deciden buscar una solución: -se sabí­an llenos de amor el uno por el otro, pero sentí­an también la necesidad de dedicar este amor mutuo a otro ser humano, a un hijo, a ese hijo que tanto querí­an desde que decidieron casarse y formar una familia. Habí­an oí­do hablar de los hijos adoptivos y de que existí­an instituciones muy especializadas que se dedicaban a proporcionar un hogar a los niños que lo necesitaban y a brindarle a las parejas que no tení­an hijos, pero ansiaban tenerlos, la oportunidad de disfrutar de la inmensa felicidad de tener un hijo  (pág. 10).

En Cuéntame otra vez la noche que nací­, una niña, que ya conoce la historia de su adopción, le pide a su madre que se la cuente de nuevo y es ella misma quien lo hace de manera emocionante: -Cuéntame otra vez que tú y papá estabais acurrucados como cucharas y que papá roncaba. Cuéntame otra vez que sonó el teléfono en medio de la noche y te dijeron que yo habí­a nacido. Cuéntame otra vez cómo gritaste .

Algo parecido ocurre con Aruna, en Unos padres para Aruna, que a los tres años recuerda lo que le contaron sus padres “y lo que ella sintió- acerca del dí­a en que los llamaron para decir que, en la India, una niña llamada Aruna los estaba esperando. Y todo fue muy deprisa: -A partir de aquel momento, todo fueron preparativos y nervios. No tení­an de nada y tení­an que comprarlo todo. Así­ que ahí­ tenéis a mis padres yendo de compras para conseguir todo lo que les faltaba: mi ropa, el cochecito, la cama para la habitación, los juguetes, etc .

En Llegué de ¦ Etiopí­a, los padres recuerdan esos momentos iniciales: -¿Te imaginas el follón?: decí­rselo a todos, vacunarnos, comprar los pasajes de avión, llenar las maletas con un montón de cosas, acabar de preparar la habitación ¦  y se ponen en lugar de su hija que les esperaba: -Seguramente pensabas que tardábamos, pero, ¡caray, tu paí­s está muy lejos! . En otro libro de la misma serie, el dedicado a Rusia, los padres recuerdan cómo fue el proceso y cuando llegaron a la casa donde viví­a del niño. Cabe añadir que estas casas, los orfanatos, se describen siempre en clave positiva, con un agradecimiento especial hacia las cuidadoras, pues bien, siguiendo con los detalles: -Una de aquellas mujeres nos explicó cómo te llamabas, cuántos meses tení­as y si sufrí­as alguna enfermedad. ¡No habí­a nada grave que no se pudiera curar! 

No siempre se llega a adoptar siguiendo estos cauces, a veces puede ser todo fruto de la casualidad como nos lo cuenta Rufina en La burbuja de la felicidad. Una vecina ya mayor se ha instalado cerca de su casa con un bebé, Marcos, que es mulato y que Rufina sospecha que ha sido robado, pero nada más lejos de la realidad. El bebé es hijo de la antigua asistenta de Sofí­a, la vecina mayor, que no pudo hacerse cargo de él, pero sabe que la situación no es demasiado legal y, poco a poco, las cosas se complican, hasta que son los padres de Rufina quienes deciden adoptar a Marcos.

Los padres biológicos

En todos los libros que hemos leí­do se trata con respeto a los padres biológicos y se explica a los niños que fueron sus padres, pero que, por distintos motivos, no los podí­an cuidar. Hay un cuento precioso, ¡Busco una mamá!, en que se narra por qué la madre ha de abandonar a la bebé y cómo, de alguna manera, sigue ligada a ella. Por eso, esta joven madre, en La Paz, de donde es, mira una estrella y dice: -¡Gracias por querer a mi niña! “dice la chica, convencida de que su mensaje llega a donde tiene que llegar . Y desde Barcelona, en donde vive la niña, su madre adoptiva parece escuchar este mensaje y contesta: -Gracias por dejarnos quererla. Ahora también es nuestra niña .

A Ernesto, en La historia de Ernesto, sus padres adoptivos le hablan de que sus padres biológicos sí­ que lo querí­an, pero que -para hacer de padres no basta sólo con amar. Hacer de papá y mamá es, también, limpiarte los mocos, anudarte los cordones de los zapatos y sostenerte la mano cuando la caquita sale dura. Es ponerte supositorios si te duele la tripa o tienes fiebre (¿te acuerdas cuando tuviste paperas?). Y es llevarte a la escuela e irte a buscar. Es darte unos pequeños azotes, y reñirte si te portas mal o haces travesuras. Es llevarte al médico de los pies para que te haga las plantillas. Y enjugarte las lágrimas cuando te peleas con los amigos  (pág. 34-35). Y es que, para hacer de padres, a parte de tener tiempo, hace falta algo muy importante: - ¦ vencer nuestros propios egoí­smos de adultos. Y no es nada fácil, ¿sabes? A veces hay que renunciar a muchas cosas para ser padres.  (pág. 43).

A Paule, en ¡Qué suerte hemos tenido con Paule!, a veces les gustarí­a saber cómo -es la mujer de la que él nació  y su madre le promete que algún dí­a la buscarán. Paule ha nacido en Somalia. En algún momento, Paule piensa que su madre adoptiva es -una madrastra  porque no es su madre de verdad, pero el padre lo saca de dudas y le dice que -Lo único que verdaderamente importa es que quiera a su hijo. Y el cariño puede dárselo tanto una madrastra como cualquier otra mujer  (pp. 63-64). Cuando sus amigos le dicen que su verdadera madre fue mala por abandonarlo, es su madre adoptiva quien pone las cosas en su sitio: - ¦en raras ocasiones, ocurre que las cosas no son tan fáciles para una mujer que espera un niño, ¿sabes? Puede que el padre se haya marchado porque la mujer y él se han amado durante poco tiempo porque descubren que no se llevan bien. En esos casos, la mujer no sabe ni siquiera dónde encontrarle. ( ¦) Puede que la mujer se encuentre completamente sola, sin nadie que la ayude. O enferma e incapaz de cuidar de su hijo ¦  (pág 118). En suma, -esas otras mujeres cuya vida es mucho más penosa entregan su hijo a otros padres quizá porque lo aman, porque desean lo mejor para él  (pág. 120).

Lu, en Soy adoptada, ¿y qué?, le pregunta a su madre adoptiva cosas de sus otros padres: -¿Tú recuerdas a mi otra madre, mamá? Mamá dice que no, pero sabe algunas cosas de ella. A veces me las cuenta. Dice que mis otros padres eran pobres. Que no podí­an cuidar de mí­. Que quizás estaban enfermos, pero de eso no está segura  (pág. 20).

Los padres adoptivos

Normalmente, en los libros leí­dos, los padres adoptivos son la pareja, hombre y mujer. En algunos casos, como veremos, ya tienen hijos y, en otros, el niño adoptado va a ser su primer hijo. Siempre viven con ilusión y emoción el proceso. Ahora bien, no todas las familias son iguales y la literatura infantil y juvenil así­ lo recoge. La pareja que está pensando en adoptar un hijo, aunque ya tienen uno, en Llegué de Rusia, por ejemplo, han de casarse: -¡Tu madre y yo tuvimos que casarnos! En Rusia, tu paí­s, hay que estar casados para poder ir a buscar un hijo .

En Amigos y vecinos, los padres adoptivos son papi y papá, dos hombres, aunque eso, al niño adoptado, no le importa lo más mí­nimo porque él es muy feliz: -Mis padres han vivido juntos más de doce años. Yo tení­a dos años cuando me adoptaron. Me encanta cuando me cuentan de nuevo la historia de cómo vinieron desde tan lejos para elegirme . Ante la intransigencia de ciertas personas, este niño concluye que: -Hay gente que piensa que tener dos padres en vez de un padre y una madre, es algo raro. No han tenido la suerte de conocer a dos padres tan estupendos como los mí­os, que se quieren tanto y a mí­ también me quieren .

Maya procede de Medellí­n, en Colombia ha aprendido lo siguiente: -Yo no habí­a nacido en una familia de gánsters, sino en una de gente muy pobre que no tení­a de qué comer. Una vez yo dije que era una verdadera maldad dejar morir a un bebé, pero mamá me contó que si una madre no tiene nada, ni siquiera para alimentarse, tampoco puede dar leche a su bebé. Mi madre, la verdadera, la que no conozco, no tení­a nada para mí­ y no querí­a que me muriera. Una mañana me abandonó en una iglesia de Medellí­n. Querí­a que creciera lejos, muy lejos, en Europa o en Norteamérica, en una verdadera familia que no me dejara morir de hambre  (pág. 57, ¿Por qué no tengo los ojos azules?).

Lu, en Korazón de Pararrayos, acepta con naturalidad la familia especial que tiene, ella es hija adoptiva y tiene un hermano que es hijo de su padre adoptivo, pero no de su madre adoptiva: -Mi padre adoptivo y mi madre adoptiva me habí­an dicho que, cuando ellos eran pequeños, estos lí­os de familia se llamaban hermanastro, padrastro y madrastra, según los casos. Pero a mí­, estas palabras, más que palabras me sonaron a palabrotas de ésas que más vale no decir nunca.  (pág. 14). Más adelante, Luna reproduce unas palabras cargadas de significado que le dijo su hermano: -Tú y yo, Yung, es como si fuésemos hermanos porque hay una madre que nos ha tratado como si fuésemos sus hijos  (pág. 73).

En El bambú resiste la riada, los padres adoptivos acaban siéndolo, por azar, puesto que están de viaje en China, en donde desde 1979, impera la ley del hijo único, y acaban conociendo la realidad de la familia Xang que ha incumplido esta ley y es castigada por ello; de ahí­ que acaben adoptando a los dos gemelos, que se saben queridos por su familia biológica y por la adoptiva. Cuando están en Madrid, juntos, planean un viaje de vuelta a China, aunque -El viaje va para largo, pero la verdad es que hoy, ahora mismo, ya se ha establecido una corriente de amor que no necesita pasajes de ida y vuelta y que reúne a los de aquí­ y a los de allá en una sola familia, como si los veinticinco mil lis de distancia que los separan no existiesen  (pág. 162).

El niño adoptado

En todo proceso de adopción hay dos partes, los padres y el niño. Si se trata de un bebé o un niño muy pequeño, sus deseos no se conocen, aunque sí­ pueden intuirse; en cambio, si ya es un niño que habla, un poco más mayor, sí­ tiene una opinión formada y una idea “o, al menos, un deseo- de cómo será su nueva familia. Es lo que le ocurre a Carlota en La mejor familia del mundo que, cuando sabe que va a ser adoptada, fabula acerca de cómo serán sus padres e imagina distintas posibilidades, a cual más estrafalaria (los imagina pasteleros, astronautas, piratas, domadores de tigres ¦). No obstante, la familia que la adopta, los Pérez, es de lo más normal, aunque, de alguna manera, colman todos los sueños e ilusiones de Carlota con sus mil y un detalles y cariño. Así­, Carlota, -por fin pudo dormir y no tuvo que imaginar más. Habí­a conseguido la mejor familia del mundo .

En Y llegó mi hermana, la pequeña china que va a ser adoptada, explica sus impresiones y comenta de sus padres que: -Me regalaron una jirafita y una pequeña sirena, me hablaban en un idioma muy raro, por eso tení­a cara de susto. Mi papá me cogió en brazos y después mi mamá. Y cuando llegué al hotel, mis papás me bañaron, mamá me sujetaba junto a ella para que no tuviese miedo, me dieron un biberón y yo me sentí­a feliz .

Lu, en Soy adoptada, ¿y qué?, ha de realizar un árbol genealógico y se apura porque piensa que no podrá hacerlo en el espacio que les ha señalado la maestra. Su padre, Pepe, le da la solución: en el cí­rculo donde hay que poner el nombre de los padres, Lu pondrá los dos nombres, Pepe y Huang, porque -Huang es el nombre de mi otro padre , lo mismo hace con el nombre de sus madres. -Concha y Yi . Como bien acaba el cuento, Lu reafirma su identidad diciendo: -me llamo Lu y soy adoptada, ¿y qué? 

Otra niña de procedencia china, Luna, cuando ya tiene 8 años, resume con naturalidad su circunstancia y alude a la condición difí­cil de nacer niña en la China: -Resulta que, al nacer yo, se ve que mi madre biológica me llevó a un asilo del gobierno, porque en mi paí­s los chinos eran muy pobres, y muchos padres no podí­an mantener a sus hijos. En mi paí­s, muchas niñas chinas como yo tuvimos que ser dejadas en el asilo por nuestras madres. Un asilo es algo así­ como una guarderí­a en la que esperas cada dí­a que te vengan a buscar los padres de otro paí­s. Pero como vas de bebé, no te acuerdas. Que es lo que me pasaba a mí­. Yo tuve mucha suerte, porque mis padres adoptivos me vinieron a buscar a China cuando aún era muy, muy pequeña, y mi hermano mayor sólo debí­a de tener quince años  (Korazón de Pararrayos, pág. 14-15).

No todos los niños adoptados son bebés o gozan de perfecta salud, a veces tienen problemas y los padres adoptivos han de hacer frente a los mismos, con cariño y entereza. A Aixa, en Mi hermana Aixa, le falta una pierna, por culpa de una mina que le explotó, pero su hermano mayor, que es quien narra la historia, se lo toma con humor y habla de lo admirable que es Aixa -jugando al fútbol  y de cómo están preparándole una pierna nueva para que mejore su vida. Aparte, explica un poco cómo llegó la niña a sus vidas: - ¦Aixa no salió de la barriga de mamá: ella vino en avión desde ífrica. Me parece muy injusto porque yo, que soy mayor, no he volado nunca y ella, en cambio, sí­ ¦ aunque me jura que no se acuerda. Esto sucedió hace dos veranos y papá y mamá me han prometido que el próximo mes de julio iremos los cuatro, en avión, de vacaciones  (pág. 12).

David, en El fantasma en calcetines, es un niño ya resabiado porque ha pasado por varias familias de acogida, de ahí­ que diga, aludiendo a su actual familia: -¿Y sabes una cosa? Si yo no quiero, ellos no pueden adoptarme  (pág. 41). No obstante, aprende a fiarse de los sueños y ve que su madre actual, pese a sus limitaciones y defectos, lo quiere y harí­a lo que fuera por el: -Y con qué claridad sabí­a él que vení­a a buscarlo y que iba a ser su madre. Su madre, aguantando el tipo hasta que llegó a su lado y lo abrazó. Y ésa era la prueba que dejaba en claro de una vez por todas, y pasara lo que pasara, que no todos los sueños eran mentira  (pág. 126).

Viaje

Los padres adoptivos normalmente han de viajar para recoger a su futuro hijo o hija, es una condición indispensable, puesto que el niño necesita un periodo de adaptación. Siguiendo con La niña colombiana, la novela nos narra cómo el matrimonio llega a Colombia, a Santa Fe de Bogotá y cómo va al orfanato, que se describe de manera positiva. La directora del orfanato los recibe y los pone en antecedentes: -Sara tiene seis años. Está con nosotros desde hace tres años cuando sus padres desaparecieron en el último terremoto que desbastó la ciudad. Durante todo este tiempo ha demostrado ser una niña ejemplar ¦  (pág. 19). Josep habla de los juguetes que le han comprado y la directora expone que no es lo material lo más importante, habla de la infancia dura por la que ha pasado Sara y Marta lo entiende: -Vamos a darle a Sara todo el amor que se merece y no tenga ninguna duda de que le enseñaremos que querer a los demás  (pág. 20).

La directora le comenta que han de pasar un tiempo juntos y que después se formalizará la entrega y registro de Sara en el consulado español como ciudadana española.

Los padres de la pequeña protagonista de Cuéntame otra vez también emprendieron un viaje en avión -para ir a buscarme y que no daban pelí­culas, sólo cacahuetes .

En el caso de Aruna, que ha nacido en la India, en Unos padres para Aruna, a sus padres les gusta mucho explicarme las primeras cosas que vieron y sintieron del paí­s mientras iban hacia el orfanato en el que yo viví­a: la gente vestida de manera distinta, las vacas sueltas en medio de la calle, las casas pintadas de muchos colores, el olor de las especias, el ruido. Me cuentan que la gente y los coches hacen mucho ruido, y el calor ¦¡Mis padres dicen que en la India hace mucho calor! .

En Y llegó mi hermana, el narrador es doble porque, por un lado, habla la hermana mayor de la niña que va a ser adoptada y explica todo el proceso y, por el otro, la futura niña adoptada también nos cuenta su situación. España y China, de manera paralela, se dan la mano. Se planea el viaje con cuidado: -Mis padres comenzaron a preparar el viaje. Ropita, medicinas por si tení­a la piel irritada, pañales, biberones, papillas en sobres, en esa época en China no era tan fácil encontrar estas cosas . La historia, por lo tanto, no la escribe un autor ajeno al proceso, sino las propias niñas, Laura y Mar Plena Guijarro.

El encuentro

El momento en que los padres se encuentran con su hijo es muy especial puesto que en él se condensan todas las esperanzas de los padres y de los niños, si ya son mayores. Sara, en La niña colombiana, está muy contenta, acepta con normalidad a sus nuevos padres y se despide de sus amigos con cariño. Pasan tres semanas juntos y, por fin, van a Barcelona. Marta le da un buen consejo, que no se olvide de los amigos que deja atrás.

Yuyuba, destinado a los pequeños, es un texto lleno de humor y gracia que se sitúa en ífrica y nos narra cómo una niña encuentra un bebé abandonado en plena selva. Farafina, la niña, lo rescata y se lo lleva a casa y le dice: - ¦has llegado en buen momento. Mamá siempre está diciendo que sus hijitos son su tesoro, su más preciada joya, lo que más quiere en el mundo. ¡Qué mejor regalo para su cumpleaños! . No obstante, la madre de Farafina, que se alegra con el bebé, decide que con nueve hijos que ya tiene es suficiente y que se lo confiarán a una tí­a que no tiene hijos. Los acontecimientos no obstante, siguen otro rumbo, y todos se encariñan del bebé, que es una niña; tanto es así­ que acaba quedándose con ellos y engrandeciendo el tesoro de esa madre generosa. Hay, no obstante, una información que deducimos gracias a las ilustraciones y es que el bebé es una niña blanca, lo cual no importa para nada a la familia africana que nos da una lección de tolerancia y de respeto.

La emoción es muy intensa cuando el bebé es recién nacido, como leemos en Cuéntame otra vez: -Cuéntame otra vez la primera vez que me cogiste en brazos y me llamaste tu angelito. Cuéntame otra vez cómo llorabas de felicidad .

La pequeña Aruna, en Unos padres para Aruna, sí­ que tiene una noción de cómo fue el primer encuentro con sus padres: -Recuerdo que mi mamá abrió sus brazos y nos abrazamos. Me sentí­a afortunada, me sentí­a querida. Mi papá nos abrazó a los dos y me dio un beso .

Por fin, en Y llegó mi hermana, la hermana biológica conoce a la adoptada y, ambas, después de conocerse, coinciden en que: -Desde entonces somos muy felices, mi hermana y yo jugamos, nos enfadamos, hacemos las paces, nos reí­mos, nos divertimos, leemos, nos disfrazamos, enfadamos y contentamos a nuestros papás y sobre todo lo más importante es que nos queremos un montón .

Poco a poco, en Llegué de ¦ Etiopí­a, la niña y sus padres aprenden a conocerse y es hermoso cómo se relata: -Hablábamos mucho, con un batiburrillo de amárico y castellano, y cantábamos canciones en esta lengua macarrónica y mestiza que habí­amos inventado , porque en la adopción el desconocimiento del idioma que puede ser una barrera al principio, se supera con facilidad. El encuentro con el pequeño de Llegué de Rusia es también emocionante: -Tú poní­as cara de tí­mido y no te atreví­as a abrir la boca. Apoyabas la cabeza sobre tu mano, como si tuvieses vergüenza, pero por debajo de la nariz se te escapaba una sonrisita que nos decí­a que estabas a gusto. Y así­ pasamos casi dos horas . Los padres de Ravina también aluden al idioma en Llegué de Nepal: -En nuestra mezcla de castellano y nepalés, te dimos a entender que el viaje serí­a muy largo. 

Dar la noticia

Si el niño o niña adoptados son muy pequeños crecen sin saber que sus padres no son los biológicos, por eso, un dí­a, hay que contar la historia. En los libros que estamos comentando, en la mayorí­a de los casos, no asistimos al momento en que el niño conoce su procedencia, sino que ya lo conocemos cuando hace años que lo sabe y lo ha aceptado sin ningún problema; es más, muchos de estos niños y niñas, como estamos comentando, piden que se les cuente su historia, porque se sienten queridos y amparados cuando vuelven a escuchar los detalles de un relato en el que él o ella es protagonista.

En E-mail de Buenos Aires, por ejemplo, Marta ya sabe todos los detalles y solo los esboza de pasada porque ya forman parte de su vida: -Mis padres me adoptaron cuando yo tení­a un año y medio. Fueron a buscarme a Brasil, pero yo creo que sí­, que me parezco a papá. ( ¦) Ya hace mucho tiempo que mis padres me dijeron que me habí­an adoptado. Me parece que era muy pequeña. Quizá cuando tení­a cuatro años. O tres.  (pág. 19).

No siempre, sin embargo, el niño adoptado conoce la noticia de la manera más tranquila y clara. Azafrán, por ejemplo, descubre que no es la hermana de sus supuestos hermanos, sino la prima, de una manera fortuita y le duele mucho saberlo, aunque todos se esfuerzan para que lo entiendan: -Para Azafrán, nada de todo eso tení­a ningún significado. Lo único que tení­a en la cabeza era la terrible noticia que habí­a conseguido sacarle a Eve la noche anterior  (pág. 17, El ángel de Zafri). No obstante, el relato sigue su andadura y Zafri acaba descubriendo las cosas que de verdad importan.

Uno más en casa

Si aludimos de nuevo a La niña colombiana, la novela sigue narrando cómo la niña se acostumbra a su hogar, la tele, la comida, el colegio y cómo es aceptada y querida por todos. El libro acompaña a Marta y a sus padres también hasta su 15 cumpleaños que celebran con una hermosa fiesta; no obstante, por desgracias y fatalidades del destino, vuelve a quedarse huérfana y decide viajar para conocer mundo. Acaba volviendo a Colombia, reencontrándose con su orfanato y, por fin, localiza a su abuelo real, aunque esa historia ya no tiene nada que ver con la adopción y sí­ con el viaje iniciático.

En Material de Pintura, la maestra pide a sus alumnos que dibujen su familia y todos lo hacen menos Paula, quien nos da una lección de cariño, puesto que necesita muchos materiales para retratar a todos aquellos a quienes quiere porque -mamá siempre me dice que mi familia son los que más me quieren en el mundo . No es, por lo tanto, un libro centrado en la adopción, sino en los afectos, pero también nos habla de su prima Yang. Para pintarla necesita -un lápiz de color carne amarilla. Si no ¿cómo podré pintar a Yang, que vino a China para ser hija de la tí­a Julia y el tí­o Jonás? .

La niña que protagoniza Cuéntame otra vez sabe muy bien cómo fue su primer biberón o su primer pañal o sus primeros juegos y canciones, porque su madre se ha encargado de contárselo.

A Aruna, cuando llega, con sus padres al aeropuerto de Barcelona, gran parte de su futura familia la está esperando: -Después, cuando llegamos, todos nos esperaban en el aeropuerto llenos de curiosidad. Mis abuelos se acuerdan mucho de aquel dí­a, dicen que la espera se les hizo muy larga. Tení­an muchas ganas de saber cómo serí­a yo. Mis primitos estaban inquietos, y cada vez que se abrí­an las puertas miraban a ver si llegábamos .

La pequeña etí­ope de Llegué de ¦ Etiopí­a se integra muy bien en su casa y en su entorno, pero sin renunciar a su identidad: -Te gusta tener la piel de color marrón oscuro y el cabello muy rizado, igual que los niños y las niñas de tu paí­s de origen. Y te gusta explicar cuentos y cantar en la lengua que ahora hablas, igual que los niños y las niñas de aquí­. Y eres feliz porque te sientes orgullosa de ser al mismo tiempo de dos lugares .

En Llegué de Ucrania son dos niños los adoptados, una niña y un niño, aunque en distintos momentos. En cualquier caso, la idea de los padres es volver a su paí­s porque -Queremos que conozcáis el paí­s donde nacisteis y sus paisajes de tierra oscura en primavera y totalmente teñidos de blanco en invierno. Y también todas las cosas que recordamos con mucho afecto .

Ernesto y sus padres, en La historia de Ernesto, celebran el dí­a en que llegó Ernesto por todo lo alto y, después de una buena comida, sus padres les cuentan cómo fue la llegada: -Cada año, desde que adoptaron a Ernesto, celebran por todo lo alto el aniversario del dí­a en que lo fueron a buscar  (pág. 29).

Dudas y problemas

Conforme el niño crece, son muchas las preguntas que se puede hacer y los padres adoptivos han de saber responderlas y prepararse, de antemano, para saber hacerlo. Fernando, en Casi un cuento, no es una excepción y -Cuando fue pasando el tiempo, Fernando fue preguntando más detalles acerca de su adopción, que requerí­an explicaciones especí­ficas. Siempre los padres mantuvieron la conducta de responder a sus preguntas estrictamente, sin añadir ninguna otra cosa que el niño no hubiera preguntado  (pág. 46).

A veces los niños adoptados, pese a conocer su historia, tienen dudas y miedos, no se sienten seguros. A Mari Pepa, en Mari Pepa y el club de los Pirados, le pasa algo extraño, sabe que es china, pero vive en una contradicción porque, por ejemplo, ¿cómo a va a ser china si le gustan los churros? Mari Pepa se pregunta -¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi paí­s? ¿A qué mundo pertenezco?  (pág. 12). Y así­ se refleja su desazón interna: -Sabí­a de sobra que sus padres la habí­an adoptado cuando solo tení­a unos meses de vida, que habí­an tenido que hacer muchos trámites pesadí­simos, que habí­an viajado a China varias veces, que organizaron una fiesta cuando por fin pudieron traerla, que la querí­an más que a nada en el mundo ¦ Todo eso lo sabí­a. Y también sabí­a que adoraba a sus padres y que ya no podí­a entender la vida sin su compañí­a y su cariño. Lo sabí­a, pero últimamente no hací­a más que plantearse preguntas y más preguntas. Y en el fondo le daba rabia preguntarse tantas cosas. Era más feliz cuando no se hací­a preguntas. Pensó que a lo mejor tení­a que ver con la edad. Ya habí­a cumplido diez años. Su madre solí­a explicar muchas cosas afirmando que eran propias de la edad. Tendrí­a que informarse de las cosas propias de la edad. Tendrí­a que informarse de las cosas propias de una niña de diez años, así­ nada le pillarí­a por sorpresa. Lo malo era que si las preguntas aumentaban con le edad, no querí­a ni pensar lo que serí­a su vida cuando tuviese quince o veinte años  (pág. 12). No obstante, Mari Pepa vive una aventura que le permite entender que su sitio, de verdad, está al lado de sus padres.

A Ernesto, en La historia de Ernesto, le hubiera gustado que su madre adoptiva fuese también su madre biológica, a lo que la madre contesta: -Mira, lo más importante para un hijo es saber que ha sido amado y deseado desde el primer momento en que se ha pensado en él. Y tú lo has sido .

Adela, que ya tiene 12 años, conoce muy bien qué es adoptada, pero siente que debe ir a Italia, de donde proceden sus padres biológicos para encontrarse a sí­ misma y entender por qué la dejaron en adopción: -Yo tengo muy claro quiénes son mis auténticos padres. Son los padres que me adoptaron y a los que quiero muchí­simo ¦ No es tanto una cuestión de saber quiénes me procrearon, ¡aunque también es importante para mí­, no creas!, sino más bien una necesidad de encontrarme con mis verdaderos orí­genes, de encontrarme a mí­ misma  (pág. 16, Un sueño y una sospecha). En su diario anota, aludiendo a sus padres biológicos: -¿Por qué lo hicisteis? ¡Me muero de ganas de saber qué razones os llevaron a abandonarme de esa manera! Siento de pronto una mezcla de rabia y dolor que no deberí­a sentir, al menos no sin antes saber qué ocurrió realmente. Son sentimientos nuevos, que nunca antes habí­a tenido, pero que ahora afloran como si hubiese despertado de un largo y profundo sueño  (pág. 20). Al final, no solo entiende qué pasó con sus padres, sino que encuentra a su abuelo y concluye: -Creo que soy una chica muy afortunada. Tengo una madre y un padre españoles a los que adoro, otro padre y otra madre maravillosos a los que llevo en mi corazón, y aún puedo disfrutar de ¦¡nada menos que cinco abuelos!  (pág. 99).

Maya también conoce que es adoptada, pero le encantarí­a parecerse a su madre adoptiva que tiene unos ojos azules preciosos, mientras que ella ¦ los tiene negros y se siente mal por eso, aunque, tras un largo proceso y mucha paciencia por parte de sus padres, Maya expone sus problemas que están ya en ví­as de solución: -Les dije que les querí­a mucho, y a Ramón también, pero que todaví­a les querrí­a más si pudiera cambiarme los ojos para parecerme un poquito a ellos. Me dijeron que no habí­a nada que hacer, que en el paí­s donde yo nací­ todo el mundo tiene los ojos y el pelo negro. Allí­ casi todos están mezclados ( -mestizos , dijo papá). Papá dijo incluso que seguramente yo también tení­a sangre india y africana. Y eso sí­ que me gustó, porque mis compañeros se morirán de envidia  (¿Por qué no tengo los ojos azules?, pág. 55).

No todo es de color de rosa en los procesos de adopción puesto que pueden surgir los problemas de adaptación en cualquier momento, como le ocurre a Dingo en Dingo el fugitivo. En este caso, Dingo es un joven difí­cil que se escapa de la casa de sus padres adoptivos porque no le permiten tocar la baterí­a. Un compañero de clase quiere ayudarle, pero las dificultades son cada vez mayores. No obstante, no hay nada que no pueda solucionar la comprensión y la paciencia.

Conclusiones

La literatura infantil y juvenil pensamos que cubre un aspecto importante a la hora de plantear la adopción, conocerla o explicarla, ya que, desde la ficción, nos habla de casos que pueden ser reales, aborda las cuestiones emocionales y afectivas y no soslaya los problemas que pueda haber. Los padres y madres, el profesorado, los bibliotecarios y bibliotecarias, los niños y niñas y el lectorado en general pueden encontrar en los relatos literarios aquellos puntos que, en los textos administrativos, por ejemplo, no son tenidos en cuenta. Así­, las dudas, los miedos, el deseo de cariño, los ejemplos de comprensión, los modelos de familia, el aspecto social y cultural ¦ aparecen, de una u otra manera en la literatura infantil y juvenil.

En el caso de las adopciones internacionales hay otros matices que se deben tener en cuenta, como es la lengua originaria del niño, que no ha de ser ninguna barrera, o su aspecto fí­sico, a veces muy distinto del de la familia adoptiva, o las costumbres que haya podido adquirir. No hay nada que suponga una barrera, como acabamos de ver, si se trata con respeto y afecto. Los niños y niñas que proceden de Asia, de Hispanoamérica o de ífrica ¦ se acaban adaptando perfectamente a nuestra realidad, porque los niños viven este cambio con naturalidad, sin los problemas que pudiésemos ver los adultos.

Para terminar, queremos aludir brevemente, a los aspectos más estilí­sticos de los textos leí­dos. Muchos de ellos están escritos en primera persona porque así­ es más fácil la identificación del niño lector con el narrador; hay también fragmentos de diario y, a menudo, la historia se cuenta desde el presente, en que el niño ya está perfectamente integrado en su familia, pero mirando el pasado, cómo fue el proceso de su adopción que se vivió, en casi todos los casos, de una manera positiva y esperanzada.

Seguramente, por último, no haya muchas diferencias entre las adopciones internacionales y nacionales, acaso sean las cuestiones de distancia, los entendimientos con otras administraciones, la lentitud en el proceso y el desconocimiento inicial del paí­s del niño que puede generar cierto nerviosismo inicial. En ningún caso, en los relatos leí­dos, se habla de aspectos económicos.

Y, por supuesto, la bibliografí­a que ofrecemos es solo una muestra del material que podemos encontrar.

 

Bibliografí­a consultada

Literatura infantil

Primeras edades:

Alsins, Lourdes: Unos padres para Aruna, Barcelona, Zendrera Zariquiey, 2001
Canals, Anna: Llegué de ¦Etiopí­a, Barcelona, La Galera, 2005, (Cuéntame mi historia). Ilustraciones Luci Gutiérrez.
Company, Mercí¨: La historia de Ernesto, Madrid, SM, 1986, (El Barco de Vapor, 10).
Elfa, Albert: Llegué de Rusia, Barcelona, La Galera, 2005. (Cuéntame mi historia). Ilustraciones de Luci Gutiérrez.
Eirosa, Mauro; Domí­nguez, íngel: Material de pintura, Bilbao, A fortiori, 2005. (En favor de la familia)

Falip, Ester: Llegué de Ucrania, Barcelona, La Galera, 2005, (Cuéntame tu historia). Ilustraciones Luci Gutiérrez.
Lee Curtis, Jamie: Cornell, Laura: Cuéntame otra vez la noche que nací­, Barcelona, Serres, 1999.
Lienas, Gemma: ¡Busco una mamá!, Barcelona, La Galera, 2005, Ilustraciones Rebeca Luciani.
López, Susana; Wensell, Ulises: La mejor familia del mundo, Madrid, SM, 2008.
Mas, Hermí­nia: E-mail de Buenos Aires, Barcelona, Edebé, 2003, (Tucán, 183).
Mostacchi, Massimo: Adoptar una estrella, Madrid, Bruño, 1997, (Fábulas del Búho). Ilustraciones de Mónica Miceli.
Neira Cruz, Xosé A.; Mitxelena, Jokin: Soy adoptada, ¿y qué?, La Galera, Barcelona, 2004, (¿Y qué?)
Plensa Guijarro, Laura y Mar: Y llegó mi hermana, Barcelona, Zendrera Zariquiey, 2007.
Raventós, Joan; Vinyals, Queti: Llegué de ¦ Nepal, Barcelona, La Galera, 2005, Cuéntame mi historia.
Sotorra, Andreu: Korazón de Pararrayos, Barcelona, Edebé, 2003, Tucán, 180.
Torras, Meri: Mi hermana Aixa, Barcelona, La Galera-Cí­rculo de lectores, 1999, Ilustraciones Mikel Valverde.
Wilsdorf, Anne: Yuyuba, Barcelona, Destino, 2000.

Desde 10 años:

Amo, Montserrat del: El bambú resiste la riada, Madrid, Bruño, 1996, AltaMar.
Boie, Kirtsten: ¡Qué suerte hemos tenido con Paule!, Madrid, Alfaguara, 1987.
Farias, Juan: El niño que vino con el viento, Valladolid, Miñón, 1986, Las Campanas.
Gómez Cerdá, Alfredo: Mari Pepa y el Club de los Pirados, Madrid, Mcmillan, 2009, (Macmillan Infantil y juvenil)
Herrero, Lola: Un sueño y una sospecha, Madrid, Rialp, 2002, El Roble centenario, 57.
Cushman, Karen: Rodzina, Barcelona, EntreLIbros, 2004.
Linde, Gunnel: Dingo el fugitivo, Madrid, Alfaguara, 1988, Alfaguara Juvenil, 343.
Mateos, Pilar: El fantasma en calcetines, Zaragoza, Edelvives, 1999, Ala Delta, 230.
Montgomery, Lucy Maud: Ana, la de las Tejas Verdes, Barcelona, Salamandra, 2001
McKay, Hilari: El ángel de Zafri, Alzira, Algar, 2004. Calcetí­n, 3.
Ní¶stlinger, Christine: Konrad o el niño que salió de una lata de conservas, Madrid, Alfaguara, 1980, Alfaguara juvenil.
Olaizola, José Luis: La burbuja de la felicidad, Madrid, Anaya, 1977, El duende verde.
Sautereau, Franí§ois: Un agujero en la alambrada, Madrid, SM, (5 1985), El Barco de Vapor, 12.
Schimel, Lawrence: Amigos y vecinos, Madrid, Ediciones La Librerí­a, 2005. Ilustraciones de Sara Rojo.
Vantal, Anne: ¿Por qué no tengo los ojos azules?, Zaragoza, Edelvives, 2005, Ala Delta, 44.


Literatura juvenil

Alfaya, Javier: El chico rumano, Madrid, Anaya, 2006, Espacio Abierto.
Baell, Gustavo: La niña colombiana, Barcelona, Laertes, 2000.
Sierra i Fabra: Cuentos crueles. Material sensible, Madrid, SM, 2005.

Otros

Garcí­a, Vicente Raúl; Locay, Carmen: Casi un cuento, Madrid, Escuela Española, 1984.
Berástegui, Ana; Gómez Bengoechea, Blanca: Esta es nuestra historia. El libro de tu adopción, Madrid, SM, 2008. Ilustraciones de Xavier Salomó.

 

Nota: Mi agradecimiento a la Fundación Germán Sánchez Ruipérez y a íngela Marcos.