La niña del pescadito

La niña del pescadito. Gabriela Mistral y Alberto Montt

A veces pienso en los tesoros de la infancia, esos pequeños objetos-conquistas que se nos quedan grabados en la memoria. Supongo que, si estás leyendo estas líneas, habrán saltado a tu mente al menos uno o dos de esos tesoros. Regálate ese recuerdo. Después de todo, no somos más que esos retazos de nuestra infancia. Y bien vale la pena volver a esos tiempos para pescar esas memorias en las orillas de nuestros primeros años. 

Algunos de esos tesoros pueden marcarnos para toda la vida. Pueden ser un vínculo sentimental con alguien querido, o una simple e íntima victoria de nuestra infancia. Probablemente Esther recuerde el pescadito azul y plateado que una noche tomó prestado del mar y que enseñó con orgullo en su casa. 

En la casa de Esther vivía también su padre, el escritor uruguayo Emilio Oribe. La noche de 1938 en la que Esther entró emocionada llevando en sus manos a su amiguito del mar, estaba de visita la escritora chilena Gabriela Mistral. La aparición del pescadito tuvo que haber sido un suceso emocionante. Y es que esa es justo la emoción que le genera a una niña, o niño, encontrar un tesoro. 

Qué bueno que Esther compartió su hallazgo con todos los invitados, porque eso inspiró a Mistral a escribir su poema La niña del pescadito, publicado en Chile por la editorial Escrito con Tiza e ilustrado poéticamente por Alberto Montt. Las metáforas salen del agua como salió el pescadito e inundan las palabras y las imágenes de poesía y sal. 

Escuchemos siempre a nuestros niños. Démosle crédito a sus palabras. Atrevámonos a ver más a menudo el mundo a través de sus ojos. Seamos capaces de celebrar esos pequeños momentos. Recibamos también nosotros a esos pescaditos de plata, que no son más que una excusa para el encuentro y la celebración de lo cotidiano y lo inesperado. 

Leonardo Van Schermbeek