El prí­ncipe durmiente

El prí­ncipe durmiente. Ernesto Rodrí­guez Abad y Noemí­ Villamuza

Presento este cuento de hadas hoy, con un regocijo enorme y un placer orgulloso. Ya sé que es una adaptación, pero me parece una idea extraordinaria haber convertido en libro-álbum una historia donde la que duerme no es la princesa, sino el prí­ncipe.

Nuestra sociedad sufre actualmente una pérdida de valores que mucho tiene que ver con sexismo, diferencias y poder. Y es preciso mostrar a los niños esa gama de valores perdidos que podrí­a salvarlos, y salvarnos.

El autor canario Ernesto Rodrí­guez Abad narra con delicadeza, pero también con velocidad, unos sucesos que bien corresponderí­an a cualquier héroe de la literatura. Nuestro héroe, en este caso heroí­na, es una princesa tan frágil como valiente. Con todos los atributos de una princesa, igual es capaz de pelear por su objetivo y vencer al viento y al tiempo, y esperar, como sabemos esperar las muchachas, cuando creemos en algo y confiamos en nuestras creencias. Solo adelanto que sí­, en este cuento de hadas hay amor y traición, como suele pasar en los mejores cuentos, y en nuestras vidas diarias.

Acompañada de unas ilustraciones con la misma delicadeza que el texto, la historia se convierte en un objeto precioso, “una piedra de gastar zapatos de hierro”, una luna maravillosa. Noemí­ Villamuza se ocupa de los dibujos, alza la historia a niveles de gran espiritualidad, trazando lí­neas curvas, evocando paisajes desérticos y, tal vez mis ojos se equivoquen algo, dándole al dibujo cierto contenido asiático, más intenso, más abrasador.

El prí­ncipe se despierta después de un sueño inmemorial y debe corresponder a su salvadora, pero” -siempre hay un pero. Lo importante, según Ernesto Rodrí­guez Abad y su Prí­ncipe durmiente es tener a mano una rama de amargura, o por qué no, dos.
Legna Rodrí­guez Iglesias