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Iliana Prieto: "La literatura es la vida"

Sergio Andricaí­n

Iliana Prieto Jiménez es una de las figuras más sobresalientes de la narrativa cubana para niños y jóvenes. Nació en la ciudad de Pinar del Rí­o, Cuba, en 1954, estudió Psicologí­a en la Universidad de La Habana y trabajó durante muchos años como asesora de la programación infantil y juvenil de la televisión cubana y como guionista de series dramatizadas. Desde 1999 reside en Miami, Estados Unidos, donde obtuvo una maestrí­a en Psicologí­a. Se dio a conocer como escritora en 1989, cuando ganó el premio nacional de literatura infantil Ismaelillo, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, con su narración Querido diario (Ediciones Unión, La Habana, 1994; Educar, Bogotá, 1998). Posteriormente ha publicado las obras La princesa del retrato y el dragón-rey (novela, Editorial Norma, Bogotá, 1998), Cuentos de brujps, aparecidos y otros bichos inofensivos (relatos, Gente Nueva, La Habana, 1999), La magia del amor (novela, Panamericana Editorial, Bogotá, 2005) y Juicio a tres brujas (cuento, Panamericana Editorial, Bogotá, 2013). Sus cuentos para niños han sido incluidos en antologí­as publicadas en Cuba, Costa Rica y España. Como dramaturga, ha estrenado las obras de teatro para adultos El último bolero (1998) y Cyrano mí­o (2013), ambas escritas en colaboración con Cristina Rebull.

Con esta entrevista, nos propusimos hacer un recorrido por la trayectora de Iliana Prieto en la creación literaria dirigida a los niños y jóvenes.

¿Cómo se inició tu relación con los libros?

Los libros siempre estuvieron rodeando mi espacio desde muy pequeña. Puede ser que todaví­a durmiera en cuna y en la pared que quedaba frente a mi habí­a un librero de mi hermano lleno de libros infantiles, la colección El tesoro de la juventud y muchos, muchos -muñequitos  o cómics. Mi casa era una gran biblioteca desordenada, en la que todos leí­an, y yo me morí­a de ganas de hacer lo que a mi padre, madre y hermano causaba tanto placer.

¿Escribí­as de niña y adolescente?

De niña escribí­ un cuento, pero fue un fracaso (creo que tení­a que ver con una estrella) ¦ y no lo volví­ a intentar. Hací­a buenas composiciones en la escuela y hasta me felicitaban por ellas. De adolescente llevé un diario por bastante tiempo, donde escribí­ algunos poemas, que después rompí­. Yo soñaba que serí­a escritora, pero era un sueño de esos que son como quimeras. Otro de mis sueños era esquiar en los Alpes suizos, nada más lejano a mi realidad, y otro que recuerdo era tener un perro de cada raza ¦ Eran mis sueños irrealizables. De todos esos y muchos otros que tuve, el único que se hizo realidad fue el de escribir.

¿Cómo surgió Querido diario, tu primer libro?

Ese libro surgió en un momento angustioso de mi vida. Necesitaba permutar mi casona de Marianao, en La Habana, por dos apartamentos en el Vedado, y en uno de los tantos lugares que visité, habí­a uno en un piso diecinueve donde viví­an dos perritas satas. Enseguida surgió la anécdota: dos perritas que vuelan para dar sus paseos. Claro, en el momento en que esa fantasí­a entró en mi cabeza, no tení­a idea de que escribirí­a el libro. Fue mi amigo Antonio Orlando Rodrí­guez quien se encargó de convencerme de que yo podí­a hacerlo. Nunca logré permutar, pero de esa experiencia salió Querido diario.

¿Cuáles fueron tus referentes o paradigmas en esta incursión inicial en la narrativa infantil?

Sin dudas, Michael Ende, Christine Ní¶stlinger, Lygia Bojunga Nunes, Roald Dahl, Marí­a Elena Walsh, Marí­a Gripe, por mencionar los principales, los que me revelaron una literatura infantil completamente nueva y maravillosa. Entre los autores cubanos están Antonio Orlando Rodrí­guez, Ivette Vián, Nersys Felipe, Dora Alonso y algunos otros.

¿En qué modo tu formación como psicóloga ha influido en tu trabajo literario para niños?

Creo que mi formación como psicóloga ha influido en mi manera de ver el mundo y, por supuesto, también en cómo abordo mi trabajo literario para los niños. Pero no creo que haya sido de una manera determinante ni esencial. Cuando escribo, mi parte de psicóloga no está alerta, vigilando lo que imagino, ni siquiera aparece de forma consciente cuando construyo un personaje. Quizás donde influya de una manera más decisiva es cuando trato temas de conflictos entre adultos y niños o entre adolescentes, porque conozco los orí­genes de esos conflictos, los he visto, y porque también estudié las diferentes etapas del desarrollo de la infancia. Pero de todos modos creo que no es determinante.

Tengo una anécdota curiosa: en mi época de estudiante, la facultad de Psicologí­a de la Universidad de La Habana estaba muy marcada por lo que se llamó la psicologí­a soviética, y recuerdo una clase de una profesora muy prestigiosa, en la que habló horrores de los cuentos fantásticos (hadas, brujas y duendes) y conceptualmente explicó el -daño  que podí­an causar Disney y sus personajes ¦ Recuerdo que salí­ indignada de aquella clase. Que incluso debatí­ con la profesora (sin herramientas ningunas, pura intuición). También me acuerdo de que comenté con mis compañeros de clases y, para mi asombro, a casi todos, por no decir todos, les importó muy poco el tema y lo dieron como aceptable. Debo haber tenido veinte años y no tení­a idea de que poco tiempo después me dedicarí­a a defender la fantasí­a desde la literatura y la creación para la infancia.

¿Qué papel desempeñan en tu narrativa lo fantástico y lo simbólico?

Descubrí­ desde muy pequeña que en el único lugar en el que yo no tení­a lí­mites era dentro de mí­ misma, en lo que yo podí­a imaginar ¦ Por ejemplo, desde los cuatro años o menos hasta mucho tiempo después, yo viví­a una vida imaginaria que no compartí­a con nadie. Lo mismo me llamaba de una manera que de otra, tení­a el pelo largo y rojo o tení­a los ojos achinados ¦ y cada uno de esos personajes actuaba de una manera diferente. Si estaba comiendo algo que no querí­a, me imaginaba otra cosa que me gustaba y así­ me lo comí­a más o menos a gusto. O, por ejemplo cuando empecé a comer zanahorias, me imaginé que era un conejo porque de otra forma no podí­a meterles el diente (así­ fue como terminaron gustándome las zanahorias). Supongo que por esa manera de vivir en lo cotidiano, con un mundo interior completamente imaginado desde mi primera infancia, la fantasí­a en mis historias se mezcla con la realidad y no necesito de lí­mites ni explicaciones para que exista. 

También recuerdo de que en mi afán de saber más sobre los seres fantásticos, buscaba y no encontraba nada. Solo explicaciones de las leyendas o del origen supuesto de los seres mitológicos. De pequeña me sentí­a frustrada porque todas las ilustraciones donde habí­a niños y hadas eran del pasado. Los dragones tení­an que ver con las princesas y las princesas y los castillos poco tení­an que ver con mi realidad. Era como si esos seres maravillosos fueran cosa del pasado. Cuando empecé a escribir, comprendí­ que los dragones podí­an volar por donde yo quisiera y las hadas estar escondidas en los rincones de una casa normal y corriente. Solo tení­a que escribirlo. Desde el comienzo, mis historias mezclan realidad con fantasí­a y descubrí­ que es algo que me produce una sensación liberadora. No hay que ser princesa para encontrarse con dragones. No hay que vivir en un paí­s fantástico para tener un amigo duende o un hada madrina.

Lo simbólico es probablemente la mejor forma que encuentro para decir mensajes que quizás el lector niño no pueda entender completamente, pero su función es que el niño piense sobre determinado tema, pregunte, se detenga a pensar, y que el lector adulto lea con interés. No habí­a pensado en eso, pero también creo que lo simbólico es una forma de llegar al alma, sin necesidad de ser explí­cito.

En Página de luna, un cuento que diste a conocer cuando aún viví­as en Cuba, la protagonista escapa de su isla volando en una sombrilla. ¿Premonición o anticipación de tu exilio?

Yo dirí­a que fue la expresión de un anhelo. Ese cuento no fue pensando en mi exilio como posibilidad real. Me senté frente a la máquina de escribir (no tení­a computadora entonces) y el cuento salió de un tirón, como dictado. Por eso pienso que aún sin saber que me irí­a de Cuba (porque no tení­a manera de hacerlo con una hija adolescente y una mamá anciana), mis ansias de volar y de sentirme libre, de escapar de esa isla-cárcel que cada vez era más asfixiante, salieron de forma espontánea en ese cuento, que fue escrito como homenaje al Dí­a Internacional del Libro Infantil, en el año 1995.

¿Cómo fueron la génesis y el proceso de creación de La princesa del retrato y el dragón-rey?

Esa novela comenzó siendo un cuento. Ya habí­a escrito Querido diario y me habí­a ganado el premio nacional de literatura infantil Ismaelillo; sin embargo, yo seguí­a muy insegura y cuando mi amigo Antonio Orlando Rodrí­guez me pidió un cuento, no me acuerdo bien por qué, si lo querí­a para una antologí­a o simplemente para obligarme a seguir escribiendo, porque él conocí­a de mis dudas terribles, presionada por el compromiso con él, escribí­ una especie de relato a partir del juego que yo le habí­a inventado a mi hija de cuatro años mientras caminábamos del cí­rculo infantil a la casa. En el juego, Jenny, mi hija, fue quien le puso nombre al dragón ¦. Yo iba narrando cómo la niña y la madre se habí­an tropezado con un enorme dragón que tení­a el nombre de ¦. Y ella gritó: -Ví­lvor , y a mi me dio mucha gracia aquel nombre raro. Hice el cuento y Tony me dijo que no serví­a ¦ Me lo dijo constructivamente, claro, incluso me afirmó que en lo escrito habí­a material para una novela. Pero, por supuesto, aquello a mi me aplastó. Guardé el cuento y pasó el tiempo. Escribí­ algunos otros aislados, pero siempre con mucha inseguridad. Tony se fue a Costa Rica y luego a Colombia. No volví­ a tocar aquel manuscrito que yo llamaba Vilvor, hasta un dí­a en que pensé que quizás Tony tení­a razón y que -aquello  podrí­a llegar a ser una novela ¦ Así­ empecé a escribir. Me tardé casi un año en terminarla. No escribí­a todos los dí­as y la verdad es que tení­a mucho miedo a que no sirviera. El final lo hice en un mes (algo difí­cil, puesto que era sin computadora), porque Tony me escribió hablándome del Premio Latinoamericano Norma-Fundalectura, para que enviara lo que estaba haciendo.

Un momento muy emotivo relacionado con el libro fue cuando Antonio Orlando me llamó por teléfono desde un aeropuerto (pues estaba de viaje) para hablarme maravillas de mi novela, que se acababa de leer. Lo hizo con tanto entusiasmo que yo no lo podí­a creer. Aquella llamada fue tan importante como que el libro quedara finalista del Premio Norma-Fundalectura. Sentir su entusiasmo genuino (y el que lo conoce, sabe que no se caracteriza por ser muy expresivo), escucharlo decir a través del teléfono que a él le hubiera gustado escribir un libro así­, es algo que se ha quedado para siempre en mi memoria; es de esos recuerdos que se graban en el alma.

Esa novela fue finalista del premio Norma-Fundalectura y fue distribuida en varios paí­ses latinoamericanos. ¿Cómo la ves, al cabo de tiempo? ¿Qué te aportó?

Sigo pensando que es mi mejor libro en muchos sentidos. La estructura narrativa y el desarrollo de los personajes; la manera en que todo confluye al final; la mezcla realidad-fantasí­a. Todo quedó con una coherencia que a mí­ me sorprende todaví­a, sobre todo teniendo en cuenta las dudas con las que escribí­a entonces. Cada personaje tiene un desarrollo psicológico profundo y verosí­mil. Hace muy poco la releí­ y me asombré de todo lo que sucede en el libro y de la forma en que se hilvanan los sucesos. Como si no la hubiera escrito yo.

La princesa del retrato y el dragón-rey me aportó seguridad como escritora y la certeza de que tení­a que seguir escribiendo. Después de ese libro, sentarme frente a la hoja en blanco era un reto que me daba placer. Antes de ese libro, siempre me sentí­a como una especie de atrevida. "¿Quién te ha dicho que tú puedes escribir?", me preguntaba una y otra vez. Después de La princesa ¦, se abrió un canal para que fluyeran muchos otros cuentos.

Háblanos de Cuentos de brujas, fantasmas y otros bichos inofensivos. ¿Cuándo fue escrito, qué lo caracteriza?

Es un libro que se armó con todos los cuentos que nacieron con tanta facilidad después de La princesa ¦ Eran cuentos diferentes, con distintos temas. En algunos los protagonistas eran niños; en otros, brujas y fantasmas, y en otros, animales. Algunos están narrados en primera persona; otros, en tercera ¦ La editorial Gente Nueva logró hacer una edición sencilla, pero muy cuidadosa, de Cuentos de brujas, fantasmas y otros bichos inofensivos y fue una forma de publicar todos los cuentos que estaban engavetados, sin posibilidad de publicación por lo menos en aquel momento.

La magia del amor está dirigida a lectores adolescentes. ¿Cómo surgió esa novela? 

Este libro surgió de un teleplay (como le llamaban a los programas dramatizados de una hora que se hací­an en la televisión cubana) que escribí­ junto a Cristina Rebull en el año 1990 y que fue realizado por Marí­a de los Angeles Núñez Jauma en 1998. El teleplay se llamaba Buena suerte, Daniel y tuvo un éxito tremendo cuando se transmitió. Nos llamó para felicitarnos Consuelo Vidal, llorando de emoción, y también otras personalidades de la televisión y el teatro de Cuba ¦ Al poco tiempo, me di cuenta de que ese guión tení­a material suficiente para un libro, desarrollando el personaje de la muchacha (Nadia), además del adolescente que ya habí­a sido esbozado en el guión (Daniel). El tí­tulo original del libro era Balada de Nadia y Daniel. La editorial Panamericana lo cambió por La magia del amor, por obvias razones comerciales.

¿Como construiste a los protagonistas de ese libro?

Fue un trabajo interesante. Daniel estaba ya diseñado, así­ como su cuadro familiar: abuelo, abuela y madre. Pero en el resultado final, después del proceso de realización del teleplay, salieron otros elementos que me dieron la posibilidad de trabajar la psiquis de Daniel y sus conflictos existenciales. El porqué de su apego al abuelo y el abuelo mismo. Incluso, que el abuelo lo haya interpretado Miguel Navarro y la abuela, Verónica Lynn, fue determinante para encontrar las reflexiones y maneras en que Daniel (personaje literario) se refiere a sus abuelos. Nadia fue un personaje desarrollado por mí­ literariamente, porque en el guión original solo tiene dos breves apariciones. A Nadia tuve que crearle un mundo familiar y una psicologí­a. El libro habla de un amor muy especial, por lo que los dos protagonistas tení­an que tener un sello distintivo, algo que los diferenciara de las caracterí­sticas más comunes de la edad y, al mismo tiempo, que los identificara con ellas. Me decidí­ porque la voz narrativa se repartiera entre Nadia y Daniel porque eso les daba más vida y me alejaba del guión de televisión. En algún momento tuve miedo de que no se distinguieran las dos voces, pero creo que finalmente lo logré. Fue un lindo proceso. Nadia es una mezcla de mi adolescencia con la de mi hija. Daniel es un personaje construido a partir de la historia real de un muchacho que perdió a su abuelo e iba todos los dí­as al cementerio, y su psicologí­a fue armada por Cristina y por mí­ para hacer el guión. En el libro sólo tuve que darle una voz.

¿Como definirí­as la novela?

No sé bien cómo definir una novela, pero creo que esta novela es ante todo una reflexión sobre los sentimientos, la familia y sus secretos; el lazo casi sagrado que significa el amor de pareja, el acto de perdonar, la muerte y su impacto en la vida de una familia. La historia de amor entre los adolescentes es solo el cuento, la anécdota que lleva al lector a ese tipo de reflexión.

Tu primer álbum ilustrado para niños, Juicio a tres brujas, podrí­a leerse como un alegato en forma de cuento de hadas contra la intolerancia. ¿Compartes esa posible interpretación?

Si, lo es. Es un alegato en contra de la intolerancia de un sistema que todo lo controla y en el cual te espí­an, te señalan y te enjuician por ser quien eres. Un sistema donde no existe ni siquiera la libertad de pensar y de ser diferente.

¿Cuál fue el detonante para escribir ese cuento? ¿Acaso, como las brujas Ursulina, Rosalina y Marcelina del cuento, fuiste ví­ctima de algún tribunal?

No, afortunadamente, nunca fui ví­ctima de un tribunal, pero amigos cercanos en Cuba sí­ lo fueron y conozco miles de anécdotas sobre las ví­ctimas de este tipo de tribunales. Yo, como todos, fui ví­ctima de la vigilancia, de las verificaciones, de los cuestionamientos y de las llamadas -crí­ticas constructivas  y también de ser señalada negativamente por elegir mis relaciones, mis amistades o por emitir una opinión. En resumen, varias de las tantas maneras en que se manifiesta un sistema totalitario y controlador.

Con Juicio a tres brujas reaparece en tu producción lo fantástico y retomas el personaje de la bruja, tan importante en los cuentos infantiles tradicionales. Pero en libros anteriores has concedido papeles protagónicos a un duende y un dragón. ¿Qué te atrae de ese tipo de personajes? ¿Su inclusión responde a una voluntad de actualizarlos?

Creo que no responde a una voluntad preconcebida, sino a mi pasión por lo fantástico. Crear este tipo de personajes es una manera de jugar con duendes, hadas y brujas. Es una forma de darles vida. Una de mis decepciones más grandes fue cuando un dí­a, todaví­a niña, alguien me dijo que las hadas, los duendes y los dragones no habí­an existido nunca. Como escritora descubrí­ que cuando son protagonistas de mis historias, existen, tienen una psiquis, tienen una vida y se relacionan con personajes supuestamente reales. En ese momento tengo la gran fortuna de ser quien les da vida.

¿Qué te aportaron tus años de trabajo como asesora de programas infantiles y guionista de series en la televisión cubana?

Mucho. Primero, la entrada a la programación infantil me descubrió un mundo mágico que siempre habí­a visto desde el otro lado. Me llevó a estudiar y aprender sobre televisión, sobre dramaturgia y me abrió el camino para ser guionista, que es otra de mis pasiones. La estructura de las series televisivas es algo apasionante para mi. No dejé de aprender en todos los años que trabajé con personas de mucha experiencia. Tuve la suerte de tomar cursos con Renata Pallotini y con Doc Comparato, e hice amistades que todaví­a perduran, basadas en la admiración y el respeto.

Estudiaste dramaturgia y has escrito teatro para adultos. ¿Has escrito o piensas escribir teatro para niños?

La verdad es que no lo he pensado hasta ahora. Para mí­, el teatro es mucho más difí­cil que la narración y que el guión televisivo. Para atreverme tendrí­a que ver y estudiar más buen teatro para niños.

¿Que es para ti la literatura?

Esta pregunta me tiene pensando hace muchos dí­as. ¿Cómo responderla? No soy una especialista en literatura, por tanto mi respuesta solo puede partir de mi experiencia con ella. Si pienso en la naturaleza, puedo comparar la literatura con el mar: infinita, misteriosa, excitante, hermosa, algunas veces te da paz, otras te produce miedo. Sabes que esconde infinidad de conocimientos a los que quizás no llegues nunca. Es profunda hasta lí­mites desconocidos. Pero, sobre todo, es vida. Sea de ciencia ficción, realista, histórica, fantástica, la literatura es la vida ¦ No se me olvida que en mi adolescencia, cada vez que elegí­a un libro de los tantos libreros, me emocionaba ¦ Me leí­a todos los prólogos, las notas sobre el autor y empezaba a leer como si estuviera caminando hacia otro mundo para vivir en él hasta la página final. Por eso creo que cuando uno escribe y se atreve a incursionar en ese océano literario, tiene que hacerlo de forma genuina. No puede haber ni un solo propósito ajeno al de explorar ese mar y descubrir por uno mismo algunos de sus misterios y que estos sean parte natural de tu creación.