• El maravilloso mago de Oz

    Lyman Frank Baum
    Ilustraciones de Enrique Flores. Traducción de Ana Marí­­a Beaven. Madrid: Anaya.

El maravilloso mago de Oz

Àngels S. Amorós

Lyman Frank Baum publicó El maravilloso mago de Oz en el año 1900 y posteriormente escribió hasta trece libros más sobre este tema. A su muerte, otros escritores continuaron publicando sobre Oz y su protagonista Dorothy atraí­dos por toda la expectación que habí­a despertado el relato en el público de todas las edades. Así­ pues, ha sido una de las obras de literatura infantil más veces publicada y su mayor mérito es que fue el primer libro infantil que reflejó el espí­ritu americano tanto por sus personajes como por los lugares que presentados a través de sus páginas.

Una lectura en clave metafórica nos desvela una intencionalidad crí­tica donde ningún elemento es casual ni inocente en un escenario de pleno debate financiero y polí­tico. Nos encontramos a finales del siglo XIX en Kansas, el estado americano agrí­cola por excelencia, que pese la profunda crisis que padece no confí­a en la falsa promesa del oro como solución a sus problemas. La tensión entre los diferentes acuerdos tomados por los diferentes estados americanos se traducen en el libro de Baum en dos brujas buenas (la del norte y la de sur) y dos malas (la del este y la del oeste) para posicionarse de forma explí­cita en sus planteamientos polí­ticos. Respecto a los personajes: el espantapájaros, el hombre de hojalata y el león vienen a representar la agricultura, la industria y el valor que necesita el pueblo, respectivamente, atemorizados y esclavizados por el poder económico. Dorothy, por su parte, no es más que la tí­pica chica americana optimista y despierta dotada de una gran decisión y voluntad.

Pero en esencia, Dorothy no es más que una joven Ulisses y Kansas su amada Itaca donde le esperan sus tí­os y unas condiciones de vida bastante humildes, pero que le pertenecen. A lo largo del libro sabemos que esta niña huérfana y de gran corazón se ve obligada a emprender un largo viaje para cumplir su mayor deseo, que no es otro que el retorno al hogar del que es expulsada de forma violenta a causa de un tornado.

Como el héroe griego, Dorothy es tentada en múltiples ocasiones para desviarse de su camino. Lejos de las áridas praderas de Kansas todos le prodigan halagos y le suplican que se quede con ellos. Le cuentan que es su salvadora y que está dotada de poderes sobrenaturales. Todo porque una serie de circunstancias causales hacen que sea vista como una bruja buena que les ha salvado de la penosa esclavitud que les imponí­a la bruja mala (la del oeste). Incluso el azul y blanco del vestido de la niña son considerados emblemas representativos de un lugar que desconoce porque nunca ha estado y al cual no ha llegado voluntariamente.

Pero Dorothy se mantiene firme en su propósito y hace todo lo posible para volver a casa, o mejor dicho al hogar, con su familia. Las cuatro paredes que albergan una cocina oxidada, unos pocos muebles y un par de vestidos, que son todas sus posesiones, han viajado lejos de Kansas con Dorothy y su fiel perrito Toto. Su hogar se encuentra en las áridas praderas de Kansas constantemente amenazadas por tornados y donde la dureza del sol ha reducido todos los colores al gris. La niña ansí­a volver allí­ y ninguna otra cosa conseguirá que sea feliz.

Así­ pues, Dorothy emprende un viaje para solicitar la ayuda de un mago que le dará las claves de la vuelta a su hogar. Por el camino, conoce unos cuantos personajes que también buscan la reparación de su estado actual para ser felices plenamente. Pero el cerebro que le permitirá al Espantapájaros pensar, el corazón que le falta al Hombre de hojalata para sentirse humano de nuevo y el valor que necesita el León no son patrimonio de la magia sino de la fe en uno mismo y de la bondad de los demás porque el mago de Oz es un impostor que, como Dorothy, también desea volver a su tierra.

El buen juicio y los consejos del falso mago les hace recapacitar respecto a sus deseos porque les informa que es la experiencia la que aporta conocimientos y no el cerebro. El corazón no conlleva más que sufrimiento y el valor consiste en enfrentarse al peligro cuando se experimenta miedo.

Otro apunte necesario es que Dorothy recibe un beso por de una bruja buena, exactamente la del norte. Se trata de un beso protector que, lo mismo que el beso que recibe Kay por parte de La Reina de las Nieves (Andersen), también tiene la intención de someterla, aunque la niña se muestra inmune y es capaz de cuidar de ella misma.

Y por último, el deseo de Dorothy se hubiese podido materializar el mismo dí­a que llegó gracias a los zapatos de plata de la bruja mala del oeste, muerta accidentalmente tras ser aplastada por su casa. Pero el viaje ha sido necesario porque de este modo ha hecho nuevos amigos y la conciencia de sus habilidades les ha dado un nuevo lugar en el mundo.

Y volviendo a la interpretación alegórica del principio, es en la plata de los zapatos de Dorothy donde está la posibilidad de volver a casa y recuperar lo que es suyo, y no el oro de Oz. Aunque más allá de estas especulaciones que traspasan intereses literarios y educativos, es cierto que el desconocimiento de éstos no impide disfrutar de la lectura desde una óptica infantil y demostrar que en el hogar está la felicidad y que todo esfuerzo para volver y recuperarlo lo justifica todo.