Ilustración de la artista costarricense Vicky Ramos inspirada en algunos de los personajes de
  • Ilustración de la artista costarricense Vicky Ramos inspirada en algunos de los personajes de "Cuentos de mi tí­a Panchita", de Carmen Lyra.

Tí­a Panchita y la universalidad del “habí­a una vez”

Carlos Rubio

Cuentos de mi tí­a Panchita es el libro más celebrado y conocido de Carmen Lyra. Podrí­a considerarse que forma parte del patrimonio nacional de Costa Rica. Resulta conveniente conocer sobre los orí­genes de estos cuentos destinados al público infantil. Porque en la voz de la mí­tica viejecita, que según la autora, “era una mujer bajita, menuda, que peinaba sus cabellos carnosos en dos trenzas”, se congregaron relatos antiguos, que ya habí­an despertado la imaginación en regiones lejanas de África, Asia y Europa.  

La Cátedra de literatura infantil

Cuando Carmen Lyra escribe para la niñez recurre al folclore. Fue común, en su tiempo, recopilar y relatos, romances, adivinanzas o juegos anónimos. Se consideró al folclore como la fuente fundamental de las obras destinadas a las personas menores. Así­ lo pensaba Joaquí­n Garcí­a Monge, primer profesor de la Cátedra de Literatura infantil, fundada en la Escuela Normal de Costa Rica, en 1917.  

Debe señalarse que “la Normal”, como se le llamaba en términos coloquiales, fue una institución formadora de maestros creada por decreto del presidente Alfredo González Flores en 1914. Allí­, Carmen Lyra se desempeñó como profesora de literatura infantil después de permanecer una temporada en Europa. Durante ese viaje centró su atención en las innovaciones pedagógicas para la niñez, principalmente aquellas desarrolladas por Marí­a Montessori.

Garcí­a Monge también habí­a estudiado pedagogí­a en el extranjero. Él viajó a Chile. Al igual que Lyra, traí­a ideas avanzadas y progresistas. Manifestó: “Al niño la literatura que más le conviene y le interesa es la folclórica, de su gente, de su tierra (...) La cosa es no darle a los niños baratijas literarias”.

La tí­a Panchita encuentra un rico caudal en historias cuyo origen es remoto. Al respecto, la autora escribe en la introducción al libro: “¿Qué muerta imaginación nacida en América los entretejió cogiendo briznas de aquí­ y allá, robando pajillas de añejos cuentos creados en el Viejo Mundo?”.

A partir de 1913 Carmen Lyra publicó dispersos sus relatos infantiles en revistas como Lecturas y San Selerí­n. Posiblemente hoy no serí­an tan leí­dos si no los hubiera compilado en el libro titulado Cuentos de mi tí­a Panchita. Fue, precisamente, Garcí­a Monge el editor de la primera edición. La incluyó, en 1920, en la colección El convivio de los niños.

Dos son las fuentes fundamentales que encontramos en la obra: los textos de Fernán Caballero y los de Joel Chandler Harris.

Una escritora con nombre masculino

Cecilia Böhl de Faber y Larrea publicó sus escritos con el seudónimo de Fernán Caballero. A pesar de que nació en Suiza, en 1796, se le consideró una escritora española costumbrista. Dedicó gran parte de su obra a divulgar el folclore de su pueblo. Entre sus libros se encuentran Cuentos y poesí­as populares andaluzas (1859) y Cuentos, oraciones y adivinanzas populares (1877). Póstumamente, en 1911, se publicó en Madrid un libro dedicado especí­ficamente a la niñez, titulado Cuentos de encantamiento infantiles.
Carmen Lyra la menciona en la introducción y expresa: “Recuerdo el cuento de “La Cucarachita Mandinga” (“La Hormiguita”, de Fernán Caballero, vaciado en un molde quizá americano, quizá tico solamente), que no nos cansábamos de escuchar”.

Así­, Caballero escribe “El lirio azul” (versión valenciana) y Lyra lo narra como “La flor del olivar”. La española consigna “El pájaro de la verdad” y la costarricense, “El pájaro dulce encanto”. O “El zurrón que cantaba”, publicado en Europa, es dado a conocer en nuestro paí­s como “Escomponte perinola”.

Algunos de estos cuentos habí­an sido recopilados, con anterioridad, por los hermanos Grimm, escritores alemanes.  Por ejemplo, ellos cuentan “La suegra del diablo”. Y Carmen Lyra nos narra un cuento semejante con el mismo nombre. Igual sucede con el reconocido relato “Hansel y Gretel”, que en Cuentos de mi tí­a Panchita se registra como “La casita de las torrejas”.

La riqueza de la narrativa de Carmen Lyra no solo se encuentra en la perfección de la estructura. Ella recurre al lenguaje popular desde la primera hasta la última lí­nea. Da valor a la palabra de hombres y mujeres que, en su tiempo, eran considerados iletrados o ignorantes. Nos evidencia la riqueza de su léxico y su ingenio creativo.


El conejo viajó desde África

Nelson Mandela no solo fue una figura fundamental en la lucha por los derechos humanos en el continente africano. Él hizo su recopilación y estudio de los cuentos populares. Al respecto advierte que la liebre es caracterizada como un personaje pí­caro y astuto, que suele aparecer con diferentes nombres como Kalulu, Sunguru y Mvundlanza. En nuestro país, Margarita Dobles afirmó que ese conejo o liebre se llamaba Somba.  

Durante el siglo XIX muchas personas africanas fueron conducidas al sur de los Estados Unidos y sometidas a la injusta condición de la esclavitud. Llevaron consigo sus culturas, lenguajes y, por supuesto, sus cuentos ancestrales.

En Norteamérica, se empezó a conocer al taimado conejo como Brother Rabbit, o de manera abreviada, como Brer Rabbit (que suele traducirse al español como Hermano Rabito).  

Durante su niñez, Joel Chandler Harris escuchó esos cuentos en las plantaciones de maí­z. Convertido en adulto y escritor profesional, imaginó a un personaje africano y creó a Uncle Remus (así­ como Carmen Lyra ideó a la tí­a Panchita). Este hombre hace las delicias de la imaginación de los niños con cuentos que quedaron inscritos en libros como Nights with Uncle Remus (1883), Uncle Remus and his Friends (1892) y Uncle Remus and Brer Rabbit (1907). 

Se tiene la certeza de que Carmen Lyra conoció estas obras. En su ensayo “La Cenicienta” (1914), escribe: “Las siluetas cómicas que vagabundeaban sobre los labios carnosos de los negros y que Chandler Harris fijara en las páginas de un libro, se deslizan ejecutando sus piruetas que han esponjado en carcajadas tantas bocas de niños de piel morena y de piel blanca y fina”. En el inventario de libros de la Escuela Maternal, institución fundada por Carmen Lyra en 1925, se registra un ejemplar de Nights with Uncle Remus.

Son motivos suficientes para celebrar Cuentos de mi tí­a Panchita no solo como el libro fundador de la literatura infantil costarricense, si no como un manantial inagotable de leyendas, mitos y culturas ancestrales, que siempre nos invitarán a meternos por un huequito y salirnos por uno diferente, para que Carmen Lyra nos cuente otro.