'La flor del Liralay'. Editorial Guillermo Kraft Ltda.
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"La flor de lirolay": el sincretismo de los cuentos maravillosos y los elementos andinos

Isabel Mesa Gisbert

Los cuentos populares llegan a América entre fines del siglo XIX y principios del XX y se esparcen por el continente dejando en cada uno de los paí­ses latinos distintas versiones. Muchos de ellos tienen su origen en los cuentos de los hermanos Grimm, quienes se acercaron a la recopilación de narraciones por una investigación netamente filológica y, sobre todo, por el rescate de la cultura popular de su medio; pues no tení­an en mente llegar con estas historias al público infantil. Ya en España, si bien las narraciones conservan la estructura básica del cuento, adoptan nuevos elementos y desechan otros, y al pasar a América surgen nuevas versiones.

“La flor de Lirolay” no es una excepción. Basado en un cuento de los hermanos Grimm titulado “El agua de la vida” o “El agua milagrosa”, tiene una de las primeras versiones de la pluma de Fernán Caballero (seudónimo de la escritora Cecilia Böhl de Faber) en su libro Lágrimas: novelas de  costumbres contemporáneas. Publicado en Madrid en 1853, cuarenta y un años después de darlo a conocer los Grimm en Alemania, el cuento se conoce con el nombre “La flor de Lililá” y está inserto en el cuarto capí­tulo de la novela, en la que Lágrimas, la protagonista, cuenta esta historia a otras niñas que están en un convento.  

De las primeras versiones americanas, está la de la autora costarricense Carmen Lyra (seudónimo de la autora Marí­a Isabel Carvajal Quesada), quien en 1920 publica una versión de este cuento con el nombre “La flor del Olivar” en su libro Cuentos de mi tí­a Panchita

La estructura básica del argumento no cambia mucho. En el cuento de los hermanos Grimm, el rey está enfermo y les pide a sus tres hijos que le traigan un cántaro con el agua de la vida para curarlo. La fuente del agua de la vida está a varias leguas de camino y encerrada en un castillo vigilado por dos leones. En el caso español, el de Argentina, Costa Rica y Chile, el rey enfermo queda ciego y la única cura es tocar sus ojos con una flor única de color rojo que se encuentra en un lugar lejano y prácticamente inaccesible. A diferencia de las versiones de los paí­ses mencionados, en Perú, el rey es un gobernador inca llamado Asportuma, quien también queda ciego, y en lugar de un sabio o mago (personaje de varias de las versiones) que es el que propone la búsqueda de la extraña flor, aparece una anciana que conoce los secretos del imperio.

Ante la situación del padre, son los tres hijos del rey los que salen a buscar el remedio. Cada uno va por un camino diferente, o, en algunas versiones, cuando el hermano mayor no regresa, entonces parte el hermano del medio y luego el menor. A medio camino los hermanos se encuentran con un enano (versión de los Grimm), con una anciana, pordiosera o la Virgen (versión chilena, costarricense y española), o con la Pachamama (versión peruana). Muy usual en los cuentos maravillosos es que los hermanos mayores se porten de una manera grosera en las historias. En este caso, el personaje con el que se encuentran los castiga y estos o se quedan encerrados entre dos montañas, como en el cuento de los Grimm, o se pierden en un laberinto (versión chilena) o se quedan encerrados en una casa de juego donde lo han perdido todo (versión costarricense) o son llevados por la mala senda de la vida al escoger las malas compañí­as (versión española).

El hermano menor, que es el que siempre tiene un buen comportamiento en este encuentro, es premiado por el personaje quien le da la clave para vencer los obstáculos y encontrar la flor mágica. En el cuento original, el hermano menor se encuentra con dos leones guardianes del castillo que los apacigua dándoles el pan que recibiera de manos del enano. Dentro del castillo también está encerrada una princesa que ha sido hechizada y que el protagonista libera. En la versión chilena, por ejemplo, el protagonista tiene que llegar a un jardí­n encantado vigilado por un monstruo, que es la misma princesa encantada, a quien libera del hechizo al herir al monstruo con su cuchillo. En las versiones española, argentina y costarricense la princesa prisionera no existe.

Una vez que el hermano menor obtiene la flor, va al encuentro de sus hermanos y les cuenta su historia. Los hermanos, llenos de envidia porque él obtuvo lo que ellos no pudieron, lo matan, lo entierran y se apropian de la flor. 

Todas las versiones coinciden en el relato del crimen, con excepción de la versión peruana en la que los hermanos encierran al menor en una cueva. Sobre la tumba, o al lado de la cueva, crece una caña que un pastor recoge para hacerse una flauta (en la versión peruana es una quena) que al tocarla, inicia un canto. Esta parte del cuento se aleja de “El agua milagrosa” de los Grimm y engarza con el cuento de “El enebro”, de los mismos autores, en el que de los restos enterrados del niño, nace un enebro del que surge una llama de donde sale un pájaro que repite el canto: 

Mi madre me mató,
mi padre me comió,
y mi buena hermanita
mis huesecillos guardó.
Los guardó en un pañito
de seda, ¡muy bonito!,
y al pie del enebro los enterró.
Kivit, kivit, ¡qué lindo pajarillo soy yo!

En las versiones de “La flor de Lirolay”, al tocarse la flauta o quena, esta inicia un canto que dice:

No me toques, pastorcito, 
que tendré que divulgar, 
que me han muerto mis hermanos 
por la flor del Lililá.
(Versión España) 

No me toques, pastorcito,
ni me dejes de tocar.
Mi hermano mayor me ha muerto
por una flor Lililá.
(Versión Chile)

No me toques pastorcito,
ni me dejes de tocar; 
que mis hermanos me mataron 
por la Flor del Olivar (Lirolay).
(Versión Costa Rica y Argentina)

No me toques pastorcillo, 
ni me dejes de tocar,
mis hermanos me dejaron 
por la flor del lirolay.
(Versión Perú)

Odilie Cantillano Vives, especialista que hizo un estudio sobre el trabajo de Carmen Lyra, comenta sobre una versión ecuatoriana, que no pude conseguir, en la que el canto de la flauta es algo distinto: (...) pues el rey que estaba paseándose oye que le dicen: 'Sácame de aquí­, mis hermanos me tienen por muerto, pero me hallo sano y salvo, en un tubo de cemento'” (Cantillano, El pozo encantado, pág. 46).

El pastor va por los caminos con la flauta hasta que la noticia llega a oí­dos del rey y en seguida se descubre el crimen de los hermanos. El hermano es encontrado vivo, pegado a las raí­ces de la caña, y liberado. En todas las versiones, el rey condena a muerte a los hermanos, pero a pedido del hermano menor, este los perdona.

Todas estas versiones latinas, e incluso la española (imagino que hay muchas otras versiones que desconozco), se mantienen como un cuento maravilloso en el cual no se precisa lugar ni tiempo en la trama y no introducen elementos nativos de los paí­ses donde se narran. La excepción es la versión peruana, que sitúa al cuento en pleno imperio incaico y rescata algunos elementos propios como la Pachamama, la selva amazónica y la quena. 

La versión boliviana de “La flor de Lirolay”

La versión boliviana, escrita por Oscar Vargas del Carpio, es parte de una recopilación que hace el mismo autor de aquellos cuentos que su madre, doña Evangelina Vargas, contaba a todos los chiquillos del barrio en Tupiza (Potosí­) a mediados de los años 30. En 1966, Vargas del Carpio publica el único libro suyo para niños con el tí­tulo Cuentos de hadas, bolivianos, en el que además de “La flor de Lirolay”, incluye otros diez cuentos también contados por su madre.

En el prólogo del libro, Vargas del Carpio nos dice: Extraña habilidad la suya para narrar, en forma tan sencilla pero al mismo tiempo tan gráfica y amena, cada uno de los pasajes con una exactitud de cosa viva”... Con el ánimo de que estos cuentos pasen de generación en generación y lleguen a los hijos del autor y a los hijos de sus hijos, es que Vargas del Carpio los deja por escrito. De esa manera, este libro se convierte en el único documento escrito de cuentos populares que existe en Bolivia.

Llama mucho la atención la extensión del cuento “La Flor de Lirolay” que está relatado de manera muy detallada ocupando seis capí­tulos y 78 páginas. Es muy curioso lo minucioso y extenso de un relato cuyo origen es un cuento corto; pero lo importante es la inserción de elementos andinos que logran un verdadero sincretismo de prí­ncipes, princesas y hechizos que se asocian a cóndores, montañas nevadas, socavones de minas y tradiciones andinas que no se ve en ninguna de las otras versiones latinoamericanas.

“La Flor de Lirolay” comienza de manera distinta a las otras versiones. La persona que necesita la flor es la princesa Morayma que sufre de una extraña enfermedad. Los reyes llaman a un sabio que recomienda buscar la flor en “los más altos riscos de la tierra, en los más prominentes y encumbrados picos de las montañas, allí­ donde solo pueden llegar los cóndores” (pág. 14). El rey convoca a todo aquel que quiera traer la flor para la princesa. Muchos intentan conseguirla, pero ninguno logra traerla, porque la flor solo se muestra a los “mancebos valientes y temerarios, humildes y buenos”, y la mayorí­a de los pretendientes van impulsados por la codicia. Pero un dí­a aparecen tres hermanos leñadores dispuestos a encontrar la flor. Los tres hermanos parten hasta que el camino se divide en tres partes y cada hermano toma uno de ellos. 

Es a partir de ese momento que la historia se convierte en tres cuentos dentro de uno; pues el autor relata la aventura de cada hermano como si fuera un relato independiente.

Jaime Eduardo, el mayor de los hermanos, encuentra a mitad de camino a “un gordo gamonal castigando con un látigo a un niño” (pág. 22), palabra que en Bolivia se relaciona con el cacique de un pueblo que ejerce autoridad sobre los campesinos. Jaime Eduardo lo libera y el niño le sirve de guí­a en su camino. Lo lleva hasta un lago subterráneo donde aparece una diabólica cabeza que flota en el aire y que afirma que en ese lugar vive lo malo que siembran los hombres. Al desaparecer la cabeza, surgen unas mujeres desnudas que representan los pecados capitales y se presentan como “yo soy la Lujuria, aquella la Mentira, la de más allá la Envidia”. Este diálogo nos trae a la memoria la obra teatral de Rafael Ulises Peláez La lucha entre el bien y el mal (relato sobre la danza de la diablada de Oruro) en la que Lucifer le presenta a Miguel a cada uno de los pecados capitales dentro del socavón de una mina. Finalmente, Jaime Eduardo cae en un abismo que lo lleva hasta la eternidad. Allí­ encuentra a los seres que cuidan la montaña, al igual que los guardianes de las montañas en los que creen los mineros. Desde la eternidad, este hermano se queda sin posibilidades de recoger la Flor de Lirolay.  

Carlos, el segundo hermano, pasa la noche en una cabaña en la que una viejecita le pide que no siga con la idea de conseguir la flor porque lo llevará a su perdición. De la misma manera, la noche siguiente se queda en la cabaña de un viejecito, que es el Tiempo, quien también le aconseja que abandone su misión. Sin embargo, el joven está seguro de que la búsqueda de la flor es su destino. De pronto, se encuentra cabalgando sobre una altiplanicie rodeada de cumbres nevadas que nos sitúa en pleno altiplano boliviano: “Un paisaje totalmente diferente se tendió ante sus ojos: una altiplanicie interminable y, a su fondo y muy lejos, las montañas nevadas, una cadena de ellas para buscar la Flor de Lirolay”¦ ni una mata, ni un árbol recreaba la vista y silbaba en los oí­dos un viento penetrante y frí­o que taladraba hasta los oí­dos.” (Pág. 38 y 39). Carlos continúa su camino “descendiendo a un pequeño lago de la época glaciar para luego subir a alturas de más de 4.000 metros”(pág. 39), descripción tí­pica de la zona andina. Finalmente llega a la montaña que busca: “Tres penachos escondidos en las nubes la coronaban, un rí­o caudaloso corrí­a a sus plantas” (pág. 39). No puede ser otra montaña que el imponente Illimani de la ciudad de La Paz. 

El leñador escala la montaña y allí­ es raptado por un enorme cóndor “Carlos no tuvo tiempo de defenderse del enorme pájaro de negro plumaje y ní­veo cinturón de plumas blancas en el cuello que se abalanzó sobre él y lo levantó en sus garras cual si se tratara de un muñeco” (pág. 40). De pronto, un cóndor lo toma con sus garras y lo lleva hasta una caverna en la cima de la montaña. El Rey de las Nieves, figura que hace alusión a otro personaje de los cuentos de los hermanos Grimm (la Reina de las nieves) lo recibe y le cuenta la historia de Lirolay. Una maldición ha convertido a una bella mujer en flor por haber roto sus votos de sacerdotisa y haberse entregado al sabio. Desde entonces vaga por las cumbres hasta que algún mancebo llegue hasta ella después de haber vencido muchos peligros, para usarla en la cura de alguna enfermedad. Carlos se arriesga y va en busca de la doncella, pero al encontrarla se enamora de ella y la besa. En ese instante pierde el sentido y vuelve al lugar donde se bifurcan los tres caminos, lugar de encuentro de los tres hermanos una vez recorrido cada uno su trayecto.

El camino del tercer hermano, Luis Alfonso, lo lleva a una pampa desolada y frí­a en la que escucha una música “dulce y tristona, con mucho de llanto y de lamento. Una música por la que parecí­a desahogarse todo el llanto y la amargura de una raza”. Posteriormente, llega a un pueblo y allí­ busca a la “abuela”, quien le dice que tiene que pasar tres lagunas, la montaña cantarina y luego escalar una cumbre escarpada hasta llegar a la Flor de Lirolay. El tercer hermano se encuentra en una zona en la que la música andina está presente. La abuela, que es la que cuenta estos cuentos en la ciudad de Tupiza y madre del autor, pasa a tener un rol en el mismo cuento y es la que guí­a al tercer hermano para que encuentre la flor. El debe cruzar tres lagunas: la roja, la amarilla y la verde. Justamente, en el sur de Bolivia se encuentra la laguna colorada y la laguna verde, que pueden ser las que el autor nombra en el cuento. El barquero que ayuda a cruzar a Luis la primera laguna es la Guerra, que navega sobre un lago de sangre; el segundo barquero es la Peste y navega sobre un lago amarillo de inmundicias y el tercer barquero es el Hambre que se interna en el propio cuerpo de Luis haciéndolo sufrir. Finalmente, Luis Alfonso logra llegar a la orilla después de haber cruzado los tres lagos de la maldad humana. En seguida llega hasta la montaña cantarina que lanzaba mil melodí­as distintas que Luis escucha plácidamente. Luego, inicia la ascensión de la montaña escarpada y en la cima encuentra a Lirolay que se le ofrece como mujer, pero como Luis está enamorado de la princesa Morayma, Lirolay cumple con su destino medicinal y viaja con él de vuelta.

Cuando los tres hermanos se reencuentran en el lugar donde el camino se parte en tres, cada uno cuenta su historia y comienza una discusión. Carlos le dice a Luis que Morayma jamás se casará con él, que en cuanto esté curada buscará a un mancebo de la realeza. En realidad, Carlos, enamorado de Lirolay, solo quiere apoderarse de la flor. Empieza la lucha entre los hermanos y Luis Alfonso muere. Carlos y Jaime Eduardo entierran a Luis y ambos parten hacia el reino donde son recibidos con algarabí­a por haber traí­do la flor. El sabio prepara la pócima con un solo pétalo que cura milagrosamente a la princesa. Carlos y Morayma anuncian su matrimonio y Jaime Eduardo está a punto de ser nombrado Primer Ministro.

Interrumpiendo los preparativos de la boda, el sabio le cuenta al rey que ha soñado la noche anterior con Lirolay, quien le ha comunicado sobre el crimen de los hermanos. Además, ha llegado al reino “un flautista que toca un instrumento original, hecho de caña, dicen llamarlo quena” (pág. 69), instrumento nativo que es originario de la zona andina y que sustituye a la flauta europea, que habla y canta un verso muy extraño. El rey pide ver al flautista y cuando el hombre toca la quena se escucha esta triste canción: 

Yo soy el más joven, Luis,
y solo, llorando estoy
porque mis hermanos me han muerto 
por la flor del Lirolay. 

El flautista le cuenta al rey que ha fabricado la quena de una caña bellí­sima que estaba en el cruce de tres caminos y que cuando la tocó por primera vez, la quena cantaba la misma canción.

Enterado del crimen, el rey ajusticia a los hermanos y los manda a descuartizar haciendo que cuatro caballos tiren de su cuerpo en distintas direcciones. Si bien el desmembramiento como ejecución se ha utilizado en Europa, tiene un concepto muy especial en América. El ajusticiamiento de los hermanos nos recuerda el de Tupac Katari y el de Tupac Amaru durante el siglo XVIII.

La princesa pasa por una gran tristeza, entonces el sabio decide contarle la historia de Lirolay. Aquella mujer de quien él se enamoró y por una maldición se convirtió en flor. Sin embargo, el sabio está seguro que la flor también tiene el don de la vida y que con ella podrán resucitar a Luis. 

La comitiva parte hacia la intersección de los tres caminos, encuentran la tumba de Luis y la flor de Lirolay lo vuelve a la vida. Inmediatamente después, la flor recobra su forma humana para abrazar a su dueño y señor que es el sabio, pero también para morir en sus brazos. El sabio que no puede vivir sin ella, toma el lí­quido de un pequeño frasco y muere junto a ella. 

Luis y Morayma se casan y el sabio y Lirolay son honrados en todo el reino con un gran mausoleo que los recordará por siempre.

Esta es una versión muy extraña, convertida prácticamente en una pequeña novela, que utiliza la estructura y los personajes de un cuento maravilloso para situarlos en un ambiente andino en el que recrea lugares, tradiciones y costumbres bolivianas. El especialista chileno Manuel Peña me habí­a comentado que en una de sus visitas a Bolivia, él habí­a escuchado que los niños de una de las escuelas de El Alto sabí­an de la existencia del cuento “La flor de Lirolay” como una tradición oral, pero no conocí­amos la existencia del relato escrito.

Este cuento no deja de ser un documento valioso e interesante, no solo por el contenido tan distinto al de otras naciones iberoamericanas, sino porque es el único documento escrito sobre cuentos populares dedicado a los niños que se conoce en Bolivia.

Marzo, 2014 


Bibliografí­a

AINA MAUREL, Pablo (2012): Teorí­as sobre el cuento folclórico. Historia e interpretación. Institución Fernando el Católico. Colección Estudios. Filologí­a. Zaragoza.

CABALLERO, Fernán (1853): “Cuento de la Flor de Lililá” en Lágrimas: novela de costumbres contemporáneas. Madrid.

CANTILLANO, Odilie (2006): El pozo encantado. Los cuentos de mi tí­a Panchita de Carmen Lyra. Editorial Universidad Estatal a Distancia. San José, Costa Rica.

GRIMM, Jacob y Wilheim (1941): El agua milagrosa y los dos aprendices. Editorial Molino. Buenos Aires.

SEPíšLVEDA, Fidel (1993): “La Flor Lililᔝ en Cuentos folclóricos para niños. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile.

VARGAS DEL CARPIO, Oscar (1973): “La Flor de Lirolay” en Cuentos de hadas, bolivianos. Editorial Casegural. La Paz.

Páginas de internet

CASTILLO FUERMAN, Milagros (2010): “La flor de Lirolay”. Serie de cuentos: Historias maravillosas de mi pueblo, para vivir nuestros derechos. Generación de Innovaciones para el desarrollo. Perú. Tomada de la página http://gid-peru.org/cuentos/pdf/4cuentolirolay.pdf

CONSEJO NACIONAL DE EDUCACIÓN (1940): “La Flor de Lirolay” en Antologí­a Folklórica Argentina. Guillermo Kraft Ltda. Tomada de la página Relief 2.0 / Sociedad de Información / Ciudades Virtuales / Bibliotecas Virtuales. Com / Creatividad e Innovación en la Educación. www.redargentina.com/leyendas/flordelirolay.asp 

Puesto en línea en 2014.