'¡Se ha perdido 'El Sentao'!', de Montserrat del Amo, ilustraciones de íngela Ruiz de la pRADA. Madrid: Ediciones Cid, 1962.
  • '¡Se ha perdido 'El Sentao'!', de Montserrat del Amo, ilustraciones de íngela Ruiz de la pRADA. Madrid: Ediciones Cid, 1962.

Montserrat del Amo: una voz propia en la literatura infantil española

Jaime Garcí­a Padrino

En muchas ocasiones, los conferenciantes nos encontramos ante una situación muy similar a la del escritor cuando tiene ante sí, o bien el clásico folio en blanco, o bien la más sofisticada pantalla del ordenador con la única presencia de un cursor parpadeante. Tanto en el caso de la no menos tradicional pluma estilográfica o el más humilde bolígrafo, como en el del más moderno teclado, hay una espera, más o menos angustiosa, hasta que nuestro cerebro envía los correspondientes impulsos motores al complejo mecanismo muscular que rige nuestros dedos, muñeca, brazo... y con el que traducimos en signos gráficos las ideas, los sentimientos o emociones generados en ese proceso mental o creador.

En el caso del conferenciante que ahora les habla, cuando preparaba esta intervención, existía además la conciencia de la expectación de un auditorio que ya conoce a la autora de la que vamos a hablar pues ha escuchado otras interesantes aportaciones por parte de los compañeros que me han precedido en el desarrollo de este homenaje.

Pues bien, espero que esta confesión inicial acerca de los temores que han marcado el inicio de la redacción de este texto les haga comprender la dificultad de abordar en el tiempo disponible una interpretación global y novedosa de una obra literaria como la que presenta Montserrat del Amo, merecedora de este homenaje y de cualquier otro en cualquier otro lugar, que ha sido objeto de tesis doctorales desarrolladas en un más amplio plazo temporal que el de esta modesta conferencia, que busca, además, no agotar la paciencia ya demostrada de este auditorio.

Sin más dilación, ni digresiones introductoras, voy a iniciar mi exposición tomando unas palabras de nuestra homenajeada, pues en ellas veo muy bien reflejada la principal intención que me ha llevado a participar en este homenaje:

La verdad es que la escritura nunca me ha hecho llorar, sino que da sentido a mi vida, me ha proporcionado buenos amigos y grandes alegrías...” (Revista Lazarillo, núm. XIX, 2008).

La razón para citar estas palabras de Montse está en el hecho de que mi dedicación a la Literatura Infantil —dejemos aparte si me ha hecho llorar o no, o si ha dado sentido a mi vida— también “me ha proporcionado buenos amigos y grandes alegrías”, entre los que ocupa lugar bien preferente nuestra Montserrat del Amo.

Desde que me adentré por lo que podemos llamar el ámbito social de la Literatura Infantil Española, tuve a Montse como guía y como referente. No voy a contar cómo nos conocimos, allá por el año 1977, pero desde luego que la acogida que me brindó cuando la visité en su casa de la calle Columela, número 9, marcó de forma indeleble mi preocupación y mi compromiso con nuestra Literatura Infantil. Así, y gracias a mi dedicación investigadora y divulgadora, mantenida desde entonces, creo que ahora puedo presentar una panorámica de su obra con la que resaltaré los principales rasgos en la aportación creadora de Montserrat del Amo a este particular ámbito cultural de las creaciones literarias que buscan a niños y jóvenes como sus naturales destinatarios.

En primer lugar, quiero caracterizar tal aportación de Montserrat del Amo a la LIJE como un caso insólito en su panorama general, gracias ese rasgo de voz propia a la que aludo en el título de esta conferencia. Y esa particularidad, su carácter insólito, reside, básicamente, en su permanencia en primera línea durante estas cinco décadas que ahora homenajeamos, dedicación no igualada por ningún otro autor español dedicado a la Literatura Infantil y Juvenil. Y esa permanencia, no regalada sino trabajada y ganada día a día, obra a obra, tiene, desde mi particular interpretación dos razones que la avalan: de un lado, su constancia en la creación –lo que Rosario Hiriart denominó o tituló como “Vocación y oficio”– y, de otro, su honradez y autenticidad a la hora de plantearse siempre su particular relación con tan específicos destinatarios.

Tal continuidad creadora inserta la obra de Montserrat en las grandes épocas históricas de nuestra Literatura Infantil y Juvenil y la convierte, por derecho propio, en referente inexcusable a la hora de valorar la propia evolución de nuestra Literatura Infantil y Juvenil durante la segunda mitad del siglo XX y en los años del presente que están viendo aparecer, y a buen seguro que así será en los próximos, más creaciones de nuestra autora.

De ahí que, a la hora de marcar los grandes momentos en la evolución literaria de Montserrat, estos coincidan con las etapas históricas bien apreciables en el panorama actual de la LIJE:

1. Su etapa de juventud personal y creadora (1948-1959), marcada por una visión idealizada de una realidad social, condicionada por las circunstancias de la época. Este período en la obra de Montserrat coincidía con la superación de la difícil postguerra y con la recuperación, en los años cincuenta, de una dignidad artística en el conjunto de las creaciones literarias para la infancia y la juventud.

2. La búsqueda de una madurez creadora (1960-1979), a lo largo de dos décadas que podemos considerar como un momento brillante en la evolución general de la LIJE y que nos ha dejado distintos clásicos indiscutibles en ese panorama general, no sólo de Montserrat, sino de algunos otros de sus contemporáneos.

3. Su actualidad permanente y el constante desarrollo de su obra, desde 1980 hasta nuestros días, coincide con un momento marcado por el denominado “boom” de la LIJ en nuestro país, con la consecuencia clara de una eclosión de la que, al cabo de unos pocos años, sólo permanecen en el tiempo aquellas creaciones cuyos valores indiscutibles decanta y realza el paso del tiempo.

En estos años del auge actual de la LIJ, Montserrat del Amo ha estado en primera línea, ha participado en los principales eventos y, sobre todo, ha dejado obras que, a buen seguro, serán consideradas como clásicos actuales de la LIJE.

Establecidos así esos tres grandes momentos, voy a comentar, los rasgos esenciales de cada uno de ellos.

1948-1959: Etapa de juventud personal y creadora

Al terminar la Guerra Civil, las creaciones dedicadas a la infancia y a la juventud españolas se enfrentaban a los mismos problemas –si acaso aún más agravados–, de la literatura española en los años de la postguerra, tales como la censura y la toma de postura ideológica. Al mismo tiempo, en los contenidos de las lecturas ofrecidas entonces al niño y al joven con un cierto ropaje literario, era notoria la influencia ejercida por la necesidad social de encontrar un modelo educativo para tales destinatarios.

Se entendía como necesario ofrecer unas normas adecuadas de comportamiento y de conducta, dentro de la búsqueda general de un tipo de sociedad que lograse superar los gravísimos problemas de un mundo que vivía entonces un conflicto aún más grave que el recién terminado en nuestro país.

Los resultados de semejantes propósitos formativos, volcados en las creaciones literarias infantiles y juveniles, fueron, sobre todo, un notable empobrecimiento y una baja calidad de los tratamientos literarios y plásticos apreciables en aquellas publicaciones.

De tal forma, la mayor parte de los escritores que continuaron entre tremendas dificultades con su labor en la literatura infantil, ofrecían entonces una visión escasamente renovadora de las posibilidades en la relación del niño con la literatura, si bien hay que reconocerles sus intentos por cubrir la laguna creada por las circunstancias trágicas del anterior período bélico. 

En ese marco histórico hay que inscribir las primeras creaciones de una jovencísima Montse, con una mirada aún más clara y limpia de sus ojos claros a la hora de analizar aquella realidad y de preocuparse por transmitir unos mensajes positivos a sus lectores.

Su primera novela de corte juvenil, Hombres de hoy, ciudades de siglos (1948), revelaba los propósitos de Montserrat del Amo por abordar esa temática humanística, centrada sobre todo en la superación de los problemas derivados de los terribles conflictos bélicos que el mundo acababa de vivir entonces. Para ello, la novel autora desarrollaba un argumento donde mezclaba elementos propios de la realidad de aquellos momentos de postguerra con una curiosa visión marcada por rasgos anticipadores de un probable futuro. (1)

El asunto central de este relato gira así en torno a la necesidad de respetar el carácter de cada pueblo ante la implantación de los modos de vida norteamericanos, como potencia vencedora de la II Guerra Mundial. Desde tal planteamiento, el desarrollo de la acción insistía en la defensa de unos determinados valores que entonces se concretaban en los ideales de Dios y de Patria, concepto este último que era puesto en boca del protagonista central, un muchacho alemán que no dudaba en tomar un fusil para enfrentarse a las tropas enemigas que querían ocupar la ciudad donde había vivido feliz con su familia.

En esa simbólica tarea que les ha sido encomendada a los antiguos alumnos de una utópica Escuela de Hombres Nuevos –destruir una vieja ciudad para levantar una moderna metrópolis–, los protagonistas llegan a comprender lo equivocado de tal misión gracias al contacto con las viejas piedras de esa “ciudad de siglos”. Dicho conflicto es descrito por la autora con un estilo ágil, de una sencillez expositiva que infunde un extraordinario vigor a sus imágenes:

Otto apartó de un golpe la manta y se puso de pie.

Se asomó a la ventana, de cara a la ciudad.

Era primavera.

En las losetas desiguales que empedraban las calles nacía una hierba verde y suave. Matojos de flores, pequeñas flores amarillas y blancas como el airón de un guerrero victorioso, en los aleros de los tejados, en el alféizar de las ventanas, entre las piedras ruinosas de la catedral.

Toda la ciudad renacía una vez más a la risueña esperanza de la primavera.

Y en la primavera la esperaba la muerte.

Una explosión. Polvo. Cascotes. Y después una nueva ciudad. Amplias avenidas. Rascacielos contra las nubes.

Pero en su apretado cemento no podrán nacer en la primavera, matojos de pequeñas flores amarillas y blancas como el airón de un guerrero victorioso.

La nueva ciudad ignorará la primavera.

Si bien nuestro gusto y sensibilidad social pueda extrañar algunos de sus planteamientos ideológicos, sin duda muy condicionados por las circunstancias de la época, Hombres de hoy, ciudades de siglos es una interesante narración que sirvió a su autora para iniciar una dilatada dedicación a la literatura infantil y juvenil, marcada por esa inequívoca defensa de los valores humanos y por el planteamiento de sugerentes conflictos personales.

Tras aquel inicio, el gran núcleo de la producción de Montse durante estos años está vinculado a una de las principales editoriales que entonces se ocupó de los lectores infantiles y juveniles y que realizó también una notable promoción de nuevos autores: la editorial Escelicer.

Desde su Biblioteca de Lecturas Ejemplares, Montserrat del Amo desarrolló otros notables intentos para lograr un estilo propio, dentro de los moldes impuestos entonces por la sensibilidad de la época en la recreación de los modelos juveniles. Así aparecieron en dicha colección —dentro de su serie azul— Misión diplomática (1950) y Cuando las rosas florecen (1951) y Gustavo el grumete (1952) —en la serie roja—, mientras en la Biblioteca de Tía Tula había aparecido El osito Niki (1950). Este período se completaría con Montaña de luz (1953) y Patio de corredor (1956), de nuevo en Lecturas Ejemplares, sin olvidar Fin de carrera (Madrid: Hijos de Gregorio del Amo, 1951).

Como es lógico, se trataba de obras primerizas cuya lectura descubre hoy los rasgos fundamentales —sobre todo, la exaltación de claros valores humanos y un tono de cierta oralidad en el relato— que caracterizan la dedicación de Montserrat al género narrativo. Y de ellas, sólo Patio de corredor ha visto de nuevo la luz, en los últimos años, después de una no menos lógica revisión estilística por parte de la propia autora.

Tras estos primeros pasos, tan claramente condicionados por la sensibilidad social de aquellos difíciles años de postguerra, llegamos a los años finales de los cincuenta, con una Montserrat fiel a una visión comprometida con una necesaria renovación de la LIJ.

Dentro de ese afán social por impulsar entonces una labor creadora de calidad algunas editoriales decidieron convocar sus propios galardones literarios en los años cincuenta y sesenta. Aunque bien es cierto que tuvieron corta vida, sirvieron para descubrir autores que con el paso del tiempo se han consagrado en su dedicación al género. Uno de tales galardones fue el Premio Abril y Mayo, que la editorial Escelicer concedió en 1956 a la antes citada Patio de corredor, de Montserrat del Amo, publicada en la colección que daba título al premio.

Mayor trascendencia tuvo en ese impulso social a la creación literaria dedicada a la infancia y a la juventud la primera convocatoria del Premio Lazarillo, en 1958, bajo los auspicios del Instituto Nacional del Libro Español (2), en las modalidades de textos literarios, ilustración y edición (3). Se iniciaba así una trayectoria que ha hecho de ese galardón uno de los de mayor prestigio –con sus naturales altibajos– entre los dedicados a promocionar la literatura infantil en nuestro país (4). Aunque aquella primera obra premiada —Las florecillas de San Francisco, de Alfonso Iniesta— apenas es recordada hoy, en sus convocatorias posteriores el Premio Lazarillo fue descubriendo y confirmando la mayoría de las que son hoy aportaciones indiscutibles a la evolución de la literatura infantil española 5: Miguel Buñuel (1959), Montserrat del Amo (1960), Joaquín Aguirre Bellver (1961), Concha Fernández Luna (1962), Angela C. Ionescu (1963), Carmen Kurtz (1964), Ana Mª Matute (1965), Marta Osorio (1966) o Jaime Ferrán (1968).

1960-1979: Hacia una madurez creadora

El Lazarillo de 1960 marcaba, por tanto, otra nueva época en la creación de la propia Montserrat del Amo, gracias a su original mirada con Rastro de Dios (1960), de Montserrat del Amo, donde recreaba un pasaje clásico de la Historia Sagrada para contarlo a los más pequeños desde una perspectiva dominada por su intención de cercanía a tales lectores.

Después de más de una década desde su primer relato publicado, y con una continuada dedicación a los lectores infantiles y juveniles gracias a su labor en la prensa periódica de aquellos años, Montserrat del Amo iniciaba con Rastro de Dios otra época en su trayectoria creadora, sin grandes cambios pero acentuando sus notas de viveza en el desarrollo de los argumentos, de agilidad en los diálogos, de rasgos costumbristas y coloristas en los ambientes, servido todo ello con un lenguaje directo, habitual en la autora dado su dominio de los tonos propios de la narración oral.

Sin duda, el gran acierto de la autora fue convertir en protagonista central de esta historia a un “ángel chiquitín”, feliz por seguir la estela del Creador durante los días de la creación, aunque relegado a un trabajo –sostener una estrella– sin aparente importancia para el resto de sus compañeros. Pero esa condición cambia radicalmente cuando, al final del relato, ese ángel –el “Sentao”– es el encargado de conducir a los Magos de Oriente hasta un portal de Belén:

Dios se había acercado al ángel chiquitín, y le miraba. Rastro de Dios sintió que ya no le pesaba la estrella. Se levantó. Dios hizo una seña con la mano y Rastro de Dios vio que se abría una calle de luz en el espacio. Movió las alas. Primero torpemente. Después, con fuerza. ¡Volaba!

Como llevaba miles de siglos sentado, sin moverse, le había caído encima todo el polvo del cielo, que es un polvo de luz, y ahora, al batir las alas, lo soltaba en la noche, dibujando un trazo luminoso.

Los ángeles estaban maravillados.

Así fue volando, volando, todo el camino que le había señalado Dios. Llevaba la estrella en las manos extendidas y dejaba a su paso una cola de luz.

Los Santos Reyes, en su palacio, miraban las estrellas y uno de ellos dijo, señalando la que llevaba Rastro de Dios:

—¡Mira! ¡La señal! ¡Ha nacido el Hijo de Dios!

Rastro de Dios, lleno de alegría, se echó a reír.

Dicho personaje, de carácter infantil “a lo celestial”, volvía a aparecer en otros dos relatos de la autora, El “Sentao” y los Reyes (1961) y ¡Se ha perdido el “Sentao”! (1962), sin ningún otro protagonismo ahora en tal personaje que servir como mera excusa argumental para otras historias protagonizadas por niños “reales”. Por otra parte, la autora desarrollaba en ambas, con trazo firme, otras dos de sus grandes líneas temáticas: la vida cotidiana, familiar, y la recreación de asuntos o motivos históricos.

Conforme a dicha intención presentaba, como hilo conductor, unas breves peripecias ambientadas en una familia con ciertas resonancias personales de la propia autora (6), a partir de las que engarzaba distintas situaciones donde cuidaba siempre de resaltar los valores positivos de sus personajes.

Con tales planteamientos, la inclusión del relato central en El "Sentao" y los Reyes se justifica por la identificación que hacen dos de los hermanos –José Luis y Ana– acerca del Sentao como una de las figuras presentes en el capital de una catedral gótica. Antes de ese momento, Montserrat del Amo había presentado ya una de esas escenas familiares habituales en sus obras, con ágil estilo y diálogos vivaces ajustados a la particular psicología de sus protagonistas (7). Tras esa situación inicial, la autora engarzaba un relato ambientado en la época medieval, durante el proceso de construcción de las grandes catedrales en la transición del románico al gótico. Esta ambientación histórica, trazada con sobrios rasgos, servía para presentar a un interesante protagonista juvenil, Juan el juglar, quien, por amor hacia la joven Blanca quiere, sin éxito, aprender los oficios de tonelero y de cantero. Pese a tales fracasos, Juan consigue hacer fortuna después de ayudar a un rico mercader con quien recorre parte de Europa. Así, conoce el arte gótico y regresa al cabo de los años a aquella ciudad donde fracasó como aprendiz en esos oficios, para completar ahora como arquitecto la construcción de la deseada catedral conforme al nuevo arte gótico.

Con la tercera de las obras de esta serie, ¡Se ha perdido El “Sentao”!, Montserrat del Amo volvía a presentar una historia con la que destacaba valores positivos en las relaciones humanas. Para ello, animaba un leve argumento en torno a las peripecias de un ejemplar del primer libro del Sentao, una vez que lo pierden los niños de la misma familia acomodada presente en el volumen anterior y recuperado por un chiquillo que vive con dificultades en una corrala del madrileño Rastro. Recurría para ello a coloristas y vivas descripciones costumbristas y a un lenguaje ágil y cargado de giros coloquiales propios de los ambientes donde ubicaba la acción. Al mismo tiempo, Montserrat del Amo creaba unos personajes bien definidos, con rasgos no lejanos de ciertos tópicos; así, Mariano, el protagonista central, es un muchacho que vive en el Rastro, ayudando a su madre viuda, como “único hombre de la casa”; evita con su intervención una estafa a un turista norteamericano y demuestra ser valiente, decidido y honrado. Pese a tales condicionantes, la habilidad de la autora en el desarrollo de esta historia dotaba de suficiente credibilidad a sus personajes, vistos desde la perspectiva de aquellos años, y reforzaba el sentido de un final donde sabía sintetizar su intención creadora:

La puerta se cierra tras de él. Genaro va bajando la escalera con su serón de la basura a la espalda. Está contento, y no sabe explicar por qué. La verdad es que acaba de darse cuenta de que existe una cadena de amor y de alegría que va de unos a otros, aunque no se conozcan. Es lo que une a Mariano con los niños del barrio de Salamanca, o con una familia de americanos a los que no volverá a ver en su vida. Lo que hace al Maestro interesarse por el alumno desaplicado de la clase. Lo que lleva a Genaro a buscar un libro de cuentos con el interés de un asunto importante.

Una cadena de amor y de alegría que no se rompe nunca entre los hombres de buena voluntad.

El serón de la basura pesa menos esta mañana sobre los hombros de Genaro.

En estos primeros años sesenta, Montserrat del Amo continuaba con su labor creadora desde las páginas de las revistas infantiles y en una de ellas, la muy interesante revista Bazar, creada en los años cuarenta, aparecía uno de sus característicos personajes femeninos —Tere Blok— que daría lugar después a un más amplio desarrollo con la serie de Los Blok.

Son también los años de sus actividades de animación lectora, en la denominada La hora del cuento, donde retomaba esa actividad que había tenido ilustres precedentes en los años anteriores a la Guerra Civil, con autoras y narradoras como Elena Fortún. Fruto de aquellas animaciones realizadas en bibliotecas populares y escolares era la publicación de una monografía con ese mismo título, un valioso precedente de las actividades que tendrían un extraordinario auge en los últimos veinte años del siglo XX y que la propia autora ha actualizado y ampliado en Cuentos contados. Teoría y práctica de la narración oral (2006).

Son años de gratificantes reconocimientos a su obra ya consolidada, como es la emisión por Televisión Española de cinco capítulos basados en su Patio de corredor (1966), o del Premio Doncel de Cuentos a Zuecos y naranjas, otra de sus obras emblemáticas donde ya abordaba la realidad social del encuentro de culturas diferentes, en este caso la de un niño español que convive en el aula con otros niños daneses. También la AETIJ (Asociación Española de Teatro para la Infancia y la Juventud) galardonaba su obra La fiesta, reconociendo así otra de las grandes pasiones de Montserrat, a la que ahora no podemos dedicarle la atención merecida: la creación de espectáculos de teatro para los más jóvenes.

Y así llegamos a otra fecha emblemática, el inicio de la década de los setenta, una década para muchos prodigiosa por los cambios que íbamos a vivir en todos los aspectos de nuestra vida social y cultural.

Era el momento de la aparición de Chitina y su gato (1970), con la que Montserrat del Amo mostraba una clara consolidación de su obra, donde la introspección de sus protagonistas infantiles, alejada de propósitos aleccionadores y enmarcada en una visión realista de peripecias cotidianas, se marcaba ya como una de las principales constantes a lo largo de su dilatada dedicación literaria.

Con extrema concisión ofrecía en este breve relato un delicado retrato de la experiencia de una niña que, en la búsqueda de su gato por un jardín, descubre el modo de vencer sus miedos a la noche:

Las estrellas se echaron a reír.

—¿Cómo quieres ver la luz, con los ojos cerrados?

Chitina los abrió. Y sonrió, maravillada.

Tenían razón las estrellas. Toda la noche estaba llena de puntitos de luz. La luna, las estrellas, las luciérnagas, el farol. Y hasta las flores parecían lucir en lo negro.

Las estrellas, curiosas, preguntaron de nuevo:

—¿Adónde vas?

—Casi, mi gato, se ha perdido —dijo Chitina.

Y todas las cosas de la noche prometieron:

—Te ayudaremos a buscarlo.

Entonces las estrellas brillaron más aún y la luna se hizo redonda y el viento fue por todas partes llamando a Casi. Las flores lanzando su buen olor y las luciérnagas encendieron sus llamitas misteriosas, iluminado el camino de vuelta.

Casi, el gato, que andaba muy lejos, perdido, entendió la voz del viento y reconoció el olor del jardín, y a la luz de la luna y las estrellas siguió el camino que le señalaban las luciérnagas.

Así pudo volver hasta la casa. Chitina le estaba esperando en la puerta. Con el gato en brazos cruzó el jardín.

—Gracias, noche —dijo.

Y esto fue lo que le ocurrió al gato Casi, que era casi negro como el carbón y casi listado, como el tigre. Y a Chitina, que casi, tuvo miedo.

Al año siguiente, Montserrat del Amo iniciaba con Aparecen los Blok (1971) una serie, cuyo protagonismo colectivo venía alentado por una nueva sensibilidad social y por un claro propósito de presentar a sus personajes con unos claros rasgos actuales y de fácil identificación por parte de los lectores infantiles y juveniles de aquel momento. Conforme a ese plan situaba las peripecias de esa pandilla en una barriada de reciente construcción en las afueras de una gran ciudad y repartía, además, los papeles de ese protagonismo entre dos chicos y dos chicas, entre los que destaca la más pequeña, Mari-Pili, cuya timidez e ingenio se convierten en decisivos a la hora de resolver los asuntos a los que se enfrentan estos amigos. La serie, contó con ocho títulos (8), mantenidos a lo largo de aquella década de los setenta, con una clara aceptación por parte de sus destinatarios.

La propia autora explicaba, años más tarde, las cualidades y los peligros de este tipo de series y caracterizaba así su interés personal a la hora de desarrollar esta serie de aventuras (9):

El hecho de configurar el relato en torno al grupo, protagonista colectivo, no parece ser obstáculo para que el autor intente, y llegue a conseguir en ocasiones, la matización de sus personajes, el equilibrio del argumento y la perfecta adecuación del estilo, cuando se trata de una obra única. Resulta especialmente expresivo para tratar temas de marginación social, presente o pasada, sin que necesariamente los rasgos que caracterizan al grupo vengan a desdibujar los personales de los individuos que lo forman.

Pero cuando el grupo protagoniza una serie de relatos, sí que me parece advertir una tendencia generalizada a la tipificación, tanto en personajes y argumentos como en géneros y técnicas narrativas, lo que limita la originalidad y reduce la calidad literaria en mayor o menor grado.

Superando esas posibles tipificaciones, Montserrat del Amo completaba esas reflexiones “a posteriori” sobre su personal incursión en el género defiendo la facilidad de lectura, el predominio del lenguaje coloquial, la proximidad con la vida real y las experiencias vividas por los protagonistas, como razones para una primera experiencia grata con la lectura y el inicio de una afición que necesita consolidarse con el paso del tiempo y el ejercicio de la práctica lectora.

Poco cabe añadir a estas reflexiones para caracterizar esta particular serie de unos protagonistas infantiles que utilizan las hojas de un blok —de ahí el nombre de la pandilla— para pasarse los mensajes que les van a guiar en sus aventuras, vinculadas siempre a temas de un cierto carácter social.

Son los años también de La torre (1975), merecedora del Premio Nuevo Futuro, con una cuidada edición ilustrada por Miguel Ángel Pacheco y publicada por la Editorial Miñón en unos momentos donde trataba de revolucionar el concepto del libro infantil ilustrado.

El final de la década de los setenta estuvo marcado por dos interesantes hechos con una clara proyección en los años posteriores:

– La inauguración de una nueva etapa en los Premios Nacionales de Literatura Infantil y Juvenil.

– La convocatoria del I Simposio Nacional de Literatura Infantil, por la Subdirección General del Libro, del Ministerio de Cultural.

Ambos contaron con la presencia de Montserrat del Amo. En el primero, como ganadora por su obra El nudo, y en el segundo, como una de las invitadas a aquel encuentro donde se reunieron –o nos reunimos, para mayor propiedad– representantes de todos los sectores implicados en la creación, promoción y difusión del libro y de la literatura dedicados a la infancia y a la juventud.

Esa presencia social de Montserrat del Amo como figura imprescindible en aquellos momentos de renovación quedaba avalada, además, por su incorporación al primer Comité Ejecutivo de la Asociación Española e Amigos del IBBY, que años más tarde cambiaría su nombre por el actual de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, o por su participación en el II Simposio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (Las Navas del Marqués, 1982), o en los posteriormente convocados por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez desde un claro propósito de recuperar esas reuniones de representantes de todos los sectores implicados en esta compleja problemática de la llamada LIJ. Y no quiero dejar de olvidar su presencia como responsable del área de animación lectora, y profesora de los temas relacionados con la narración oral en las 37 campañas que el Ministerio de Cultura organizó, llevando así a la práctica una de las recomendaciones del Simposio de El Paular (1979), para promocionar la lectura entre los escolares españoles a partir del funcionamiento y desarrollo de las bibliotecas escolares.

Pero volvamos a su obra, ahora ya en un momento donde nos encontramos, tal como indiqué antes, con una figura indiscutible –pese al disgusto de alguno, pues no en vano nos encontramos en España y su especial gusto por uno de los denominados pecados capitales– en el panorama de la Literatura Infantil Española en el momento de la transición de siglo.

Si repasamos su amplia, amplísima, relación bibliográfica podemos constatar como no hay ningún tema extraño o rehuido voluntariamente por Montserrat. Son más de treinta títulos los publicados por Montserrat desde 1980 hasta hoy mismo, con lo que podemos considerar como un ritmo lento y seguro en su producción. Pero es que, antes que nada, no abandona nunca su personal autoexigencia, ni se deja vencer por el discutible éxito de lo fácil y rentable.

Así, en esta producción más reciente encontramos desde el tratamiento literario de los conflictos en el desarrollo psicológico de sus personajes y de determinadas vivencias íntimas, como la niña que descubre y supera los primeros miedos, en Chitina y su gato (1970), hasta la evolución más compleja, en lo personal y en lo social, de las experiencias de un minusválido psíquico, en Piedra de toque (1983), donde el gusto de la autora por la recreación costumbrista añade credibilidad a las relaciones de ese personaje con su entorno. O la originalidad de la situación de partida en Animal de compañía (1996), o la gracia sencilla de Álvaro a su aire (1998).

También se ha mantenido fiel a su particular concepto de la ambientación o recreación de determinados asuntos históricos, a modo de pretextos para facilitar a sus lectores una mejor comprensión y un conocimiento de aquellas realidades, a la vez que anima esas recreaciones históricas con la presentación de problemas personales de clara vigencia. Y son ya clásicos ejemplos de esta corriente de obras la interpretación novelesca que hace Montserrat de los orígenes de nuestro país, unida a la lucha por la identidad como pueblo que asumen los protagonistas centrales de La piedra y el agua (1981), o cuando centra el desarrollo de la historia en la evolución del personaje central de El fuego y el oro (1984), ambientada con el trasfondo de la búsqueda del oro en la alquimia medieval, presentado todo ello en una estructura de narración abierta. Y así llegamos hasta las más recientes de Andanzas del Cid Campeador (2006), o “Mesonero Romanos”, su aportación a la obra colectiva Homenaje a los niños del 2 de mayo (2008).

Antes aludí al auge actual de la narración oral —de los llamados cuentacuentos— y como Montse ha sido también uno de sus más preclaros precedentes. A ello ha contribuido también con su declarado gusto por la recreación literaria de los elementos característicos en los relatos de transmisión oral, interés creador que ha animado sus volúmenes titulados Cuentos para bailar (1982), Tres caminos (1983) y Cuentos para soñar (1986).

Pero quizá el núcleo más importante de esta más actual época creadora es su fidelidad a los temas sociales y humanos, a las relaciones personales en ambientes culturales bien distintos, como avalan desde El abrazo del Nilo (1988) a La casa pintada (1990), o El bambú resiste la riada (1996) y Los hilos cortados (2002), hasta el más simpático y castizo La Plaza de España (2005).

Este rápido repaso a sus más recientes obras, sin duda bien conocidas por este auditorio, quiero cerrarlo destacando la habilidad y la maestría de Montserrat del Amo en una serie de aparentes obras menores, pero donde sabe desarrollar contenidos de auténtico calado con el simple recurso del apoyo en sencillas canciones populares, como La reina de los mares (2003), Al pasar la barca (2004), Cucú cantaba la rana (2006), Al alimón (2007), Al cocherito leré (2007) y Tengo una muñeca vestida de azul (2008). Es una serie aún abierta de la que nuestra autora habla con tanto ilusión bien satisfecha, como si se tratase de sus primeras creaciones dedicadas a un público tan especial como es el de las primeras edades.

Por todo esto, Montse sigue deleitándonos con esa visión de tu mirada pura e ilusionada y déjame cerrar con un final de cuento, de esos que a ti te gustan, y con el que he cerrado en otras ocasiones otras conferencias, ahora un poco modificado:

Y Montse va por un caminito,
Y va por otro.
Y como sus cuentos nos han gustado,
mañana nos cuenta otro.

 

Esta conferencia fue impartida el día 2 de diciembre de 2008, en el marco de la Exposición homenaje que, con el título Cuentos son AMOres, organizó la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, en el Museo de la Ciudad, de Madrid.

 

Notas:

1. La novela está dividida en tres apartados: Pasado, Presente y Futuro. El primero cuenta las vivencias de los protagonistas durante la guerra y su posterior ingreso en la Escuela de los Hombres Nuevos, donde ingresan otros jóvenes hasta el final de la guerra. El Presente, núcleo central de la acción, se desarrolla con un salto en el tiempo de los doce años empleados en la formación de los jóvenes elegidos como tales CHombres Nuevos” y la posterior tarea de la que son encargados: destruir una vieja ciudad del país vencido para levantar otra más moderna. El Futuro es sólo un breve capítulo donde los protagonistas son presentados —en un texto bien revelador de la ideología de la época— ante la responsabilidad de conseguir un mundo mejor.
2. F. Cendán, ob. cit., pp. 204-207.
3. Su primera dotación económica fue de 50.000 pesetas para la modalidad de autores y de 25.000 pesetas para la de ilustradores. El primer ilustrador premiado fue José Francisco Aguirre, por su labor para
El libro del desierto. La primera editorial galardonada fue Mateu, de Barcelona, por el conjunto de sus publicaciones infantiles y juveniles.
4. En aquellos primeros años, el Premio Lazarillo sufrió diversas modificaciones, además de los sucesivos incrementos en sus dotaciones económicas. Así, se sustituyó la presentación de obras publicadas por inéditas; se marcó después una extensión mínima para estas últimas y se rompía con la alternancia anual, establecida al principio, entre orientación infantil o juvenil en cada convocatoria (F. Cendán, ob. cit., p. 205).
5. Esa misma promoción queda reflejada en la lista de ilustradores premiados también entonces: José Francisco Aguirre (1958), Rafael Munoa (1959 ), Jiménez Arnalot (1960), José Narro (1961), José Picó (1962), Celedonio Perellón (1963), Daniel Zarza (1964), Asun Balzola (1965), Luis de Horna (1966), Riera Rojas (1967), María Rius (1968), Femando Sáez (1969) y Felicidad Montero (1970) (Aa. Vv.,
Premios Nacionales 1958-1988. Libro infantil y juvenil. Madrid: Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, 1988, pp. 9 y 49-50).
6. La autora se permite un cierto juego al ubicar la residencia de esa familia en su propio domicilio de aquellos años, detalle incluido en el tercero de estos volúmenes, y el juego entre estos hermanos recuerda sus propias experiencias personales.
7. El padre lleva a los dos chiquillos a visitar una gran catedral, en compañía de un sabio famoso, como guía obligado por su empresa. Tras la ilusión inicial, pronto el cansancio y el aburrimiento se apoderan de los pequeños que, con gran sorpresa, descubren la figura del protagonista de su cuento más querido entre las figuras recreadas en sus capiteles. Ante tal interés, el sabio visitante –que resulta ser historiador y arqueólogo– promete a los niños encontrar la historia del Sentao y los Reyes Magos. Días más tarde reciben una carta con la historia del Sentao de la Catedral de Villafranca, dando así paso al relato central de este volumen.
8. Tras el inicial ya citado, vendrían
Alarma en el tren (1971), Los Blok dan en el blanco (1972), Los Blok descifran la clave (1972), Los Blok y la bicicleta fantasma (1973), Festival Blok (1973), Pistas para los Blok (1974), Los Blok se embarcan (1975) y Excavaciones Blok (1979).
9. Montserrat del Amo, 
El grupo como protagonista, en Aa. Vv., Corrientes Actuales de la Narrativa Infantil y Juvenil Española en Lengua Castellana. Madrid: Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, 1990, pp. 79-81.


Texto puesto en línea en enero de 2010.