Ilustración de David Ardila.
  • Ilustración de David Ardila.

Ilustración, un arte con sentido

Janina Pérez de la Iglesia
Es simple, a la hora de elegir un libro infantil, las ilustraciones tironean de nuestro sentido de la vista, y ponemos más cuidado a la estética de los colores que al texto mismo. Y en realidad vamos bien encaminados, ya que en edades tempranas de la vida el niño se relaciona con su entorno y aprende gracias a los procesos lúdicos, y una ilustración es eso, un juego interactivo entre el lector y el libro, un hilo que narra la historia. El mundo de las formas conduce a través del mundo de las palabras, la imaginación echa a volar a toda prisa y en ese punto, las ilustraciones cargan con el peso de la obra y la construyen.

Actualmente, las avanzadas técnicas de diseño proporcionan todo un arsenal de posibilidades a la hora de ilustrar un libro: brillo, colores, la estética y la modernidad desbordan las páginas, toda una revolución, un despliegue de arte y buen gusto al servicio de las emociones infantiles. El binomio ilustrador-escritor en el proceso de edición, debe ser visto como un trabajo en equipo, y de ello depende en buena parte la aceptación de un libro. Cuando ilustrador y escritor se ponen de acuerdo, dialogan, revisan aspectos importantes del texto, imaginan lo que el lector imaginará, se crea un espacio armónico que trasciende al diseño, y lo magnifica. En un mundo que se vuelve cada vez más gráfico, las ilustraciones no son un simple recurso estético, sino el espejo donde el niño se ve reflejado a sí­ mismo volviéndose parte de la historia, fundiéndose con el libro.

En lo personal, prefiero las ilustraciones sencillas pero a la vez cargadas de enigma. Si todo lo que describe el texto es llevado a la ilustración, entonces podrí­a resultar insí­pido, aburrido para el lector, y con solo pasarle la vista por encima ya tendrí­a el cuadro total de lo que ocurre. Sin embargo, al cerrar el cuadro y enmarcar la ilustración en un único punto, que además debe coincidir con un giro imprevisto en la historia, se logra atrapar la atención del niño, pero además incentivar su imaginación, hacer que vuele su fantasí­a, todo un goce que podrá repetirse cada vez que se retome y abra el libro, y en cada nuevo encuentro descubrir detalles que antes no atraparon su atención. El recuerdo más hermoso de nuestra infancia como lectores es, de seguro, alguna imagen de colores radiantes que nos hizo vibrar, soñar, volar al otro confí­n del mundo.

Bosques, castillos, caminos perdidos. Una puerta que se abre, y un misterio total aguardando al otro lado de la misma.